Elizabeth
Blackwell ha escrito en Mientras las
princesas duermen (Lumen, 2014) una versión muy particular de La bella durmiente. Y esa no es una
tarea del todo sencilla, porque ha sido mucho el tiempo que ha ido grabando a
fuego en el acervo popular la historia de la princesa que, tras pincharse con
una rueca, cae inconsciente, víctima de un maleficio que la mantendrá así
durante muchos años, hasta que llegue un príncipe —guapísimo y estupendo— a
darle un beso “de amor” y la despierte de su letargo para vivir felices y comer
perdices (el tofu aún no era #tendencia por aquel entonces). Pero esto es, más
bien, la visión que nos ha ofrecido la película de Disney desde su estreno en
1959, que está bastante alejada del relato de tradición oral que transcribió
primero Giambattista Basile en 1634 y, posteriormente, Charles Perrault y los
hermanos Grimm. Además, el detalle a destacar es que estas tres variantes
poseen ciertos toques truculentos más propios de lo que ahora consideramos una
lectura para adultos que de un cuento infantil.
De ahí
que esta nueva visión —no adherida a ningún subgénero— de la autora de obras
como The Letter y The House of Secrets, despierte cierto
interés a priori. Es más, una vez leídas ya las últimas palabras del epílogo,
cuando se llega al final de la obra, el lector comprende que entre Mientras las princesas duermen (While Beauty Slept) y La bella durmiente (The Sleeping Beauty) sólo existen puntos comunes.
Lo
curioso es que en esta era de la información desinformativa que vivimos, en la
que los medios de comunicación ofrecen visiones tan dispares partiendo desde
los mismos hechos, Elizabeth Blackwell demuestra cómo lo que trasciende al
público y perdura en el tiempo bien puede no ser la realidad, o al menos no en
su plenitud coherente. Por algo, la autora estadounidense tiene un master en
Periodismo, y el hecho de ser hija de un diplomático —el sabio arte de vencer
sin sangre— tiene que haber aportado también unas cuantas moléculas al
compuesto.
La bella durmiente de Disney |
¿Y cómo
lo consigue? Para empezar, la voz narrativa en pasado y testigo —en ocasiones,
irritante— de los hechos es Elise Dalriss, la protagonista. Una anciana que,
tras escuchar cómo su bisnieta Raimy relata y escenifica ante sus hermanos la
versión dulce y romántica del cuento, decide contarle lo que “verdaderamente”
le sucedió a la princesa Bella, cuyo nombre real era Rose. Y es así, utilizando
el recurso de la narración enmarcada —frame
story—, como Blackwell la convierte en la voz única de la novela, con lo
que esto supone. Es decir, el lector solo puede saber lo que ella vivió,
comenzando en una granja alejada del mundo y la prosperidad hasta llegar a ser
la doncella personal de la reina cuando nace la princesa Rose.
Mientras las princesas duermen de Elizabeth Blackwell, cubierta |
En esta
ocasión, sí se puede comentar algo más de los personajes, porque a diferencia
de otras novelas, la mayoría de ellos son conocidos ya aunque, quizás, los
nombres sean distintos. Por ejemplo, la vital y alocada princesa Rose fue Talía
para Basile, para Perrault no tenía nombre y Disney la llamó Aurora, que originalmente
había sido la hija que ésta tiene luego. Así que quienes más se acercan son los
hermanos Grimm, que la bautizaron como Dornröschen
(rosa de espino).
La
princesa, más excusa que otra cosa, es hija del atractivo rey Ranolf y de la
encantadora reina Lenore, quienes viven su propia historia de amor llena de
obstáculos que lograron superar. Y por eso, además de por el afecto de los ojos
con los que Elise los describe, se neutralizan algunas de sus acciones,
haciendo de ellos personajes contradictorios… humanos.
Flora y
Millicent, las tías solteras del rey, harán el papel del hada madrina y la
bruja de la versión Disney, el bien y el mal. Aunque más que magia negra o
encantamiento, Elizabeth Blackwell vuelve a humanizar los hechos.
Y, a
pesar de no ser un príncipe de los de sangre real o, sencillamente, azul, desde
el principio queda claro que Marcus, el zapatero, va a ser quien despierte el
interés romántico de Elise.
El
cuándo y el dónde son un poco difíciles de establecer. El primero, está claro
que fue hace mucho, mucho tiempo, aunque sin fecha exacta. Pero se intuye, por
la disposición política y administrativa y por los utensilios y vestimenta, que
la época es medieval. En cuanto a dónde se desarrollan los hechos, también
puede decirse con seguridad que en el reino de Saint Elsip (con reminiscencias
de sleep), sobre todo en el castillo,
esté donde esté ese lugar si es que está en algún sitio más allá de la
imaginación.
Angelina Jolie en el cartel de Maléfica, que se estrenará este mismo año |
Los
temas tratados son varios, la lealtad, el amor —romántico, filial, fraternal,
etc.—, la ambición, las divisiones entre clases, el miedo, el poder, la
libertad, la fertilidad, el destino… Aunque es la situación de las mujeres,
quienes inundan las páginas de la obra con su presencia mientras los hombres
son meros adornos, lo que realmente se deja ver de trasfondo. Por ejemplo, el
caso de la madre de Elise o de Petra, amiga de ésta y sirviente en el castillo,
o el de la propia reina Lenore y la esterilidad.
Todo
esto está narrado con un estilo sencillo, cercano al cuento por las
descripciones y la simplificación de algunas tramas, pero con sucesos algo
cruentos que lo desmarcan de ese rango literario. Es una lectura amena y,
probablemente, sea ideal para un público juvenil que por momentos se está
viendo ahogado entre vampiros y magnates castigadores. ¿Os apetece leer un
cuento?
Seguid leyendo,
@rpm220981
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