24 julio 2014

Mona

Dan T. Sehlberg es un empresario sueco del sector informático y apasionado de la música. Hoy ya, además, es conocido internacionalmente como el autor de Mona (Planeta, 2014), la novela que nos ocupa y cuyos derechos para ser adaptada al cine han sido adquiridos por New Regency.

Mona, imagen de la cubierta

Eric Söderqvist es catedrático de Informática en el Royal Institute of Technology de Estocolmo y está desarrollando un programa, Mind Surf, para poder navegar por internet con los impulsos de la mente, sin necesidad de ratón, teclado ni pantalla. Para ello, ha de superar un último obstáculo: conectar el cerebro con el ordenador.

Mientras tanto, Samir Mustaf, un brillante ingeniero informático libanés e islamista, introduce un virus brutal en el TBI —el banco israelí más internacional—, con el apoyo de Hezbolá, para noquear el sistema financiero de Israel y, como consecuencia, el del resto de empresas judías a lo largo del mundo. Aunque el verdadero objetivo de Samir Mustaf es la venganza por las muertes de su hija Mona —quien da nombre al virus—, su mujer Nadim y su madre debido a la explosión de una bomba de racimo israelí cinco años antes.

Las vidas de ambos, Söderqvist y Mustaf, se entrecruzan cuando Hanna, la mujer del sueco y responsable del departamento de informática del TBI en Suecia, cae enferma y Eric cree que, de alguna manera, tras haber probado Mind Surf, ha sido infectada con el virus Mona.

Dan T Sehlberg, el autor

En esta novela los personajes son unos cuantos, pero no se puede decir que, al final, los bandos estén bien diferenciados. Por una parte está Eric Söderqvist, un hombre absorto en su trabajo, tanto que su matrimonio peligra, porque Hanna está muy cansada de ser invisible para él. Ella es la bella durmiente de la historia, aunque es una mujer autosuficiente que, en este caso, mantiene al príncipe, una suerte de “científico loco”. Además, aunque Hanna es judía, él ni siquiera cree en seres superiores, es ateo.

En contraposición a la figura de profesor de universidad serio, Eric tiene un amigo, Jens, un periodista impulsivo, lleno de energía, carisma y mucha labia.

El antagonista involuntario es Samir Mustaf, quien desde el principio demuestra no ser una mala persona, únicamente es alguien que ama. El trabajo, la creación del virus Mona ha sido el motor de su existencia en los últimos años. Ha vivido para vengarse y nada lo va a detener.

Alrededor de Samir, que sencillamente ejerce de genio creador pero no ejecutor, desfilan numerosos personajes relacionados con Hezbolá e, incluso, Hamas, a cual más siniestro, como Ahmad Waizy, que busca mártires que se inmolen por la causa, o Arie al-Fattal.

A esas fuerzas del extremismo islámico se oponen, en la novela, el Mossad y el FBI, ambos con distintos representantes que, igualmente, tienen cierto aire inquietante, sobre todo Meir Pardo y David Yassur. Pero es la figura de Rachel Papo, una agente del servicio secreto israelí, quien le aporta un toque de humanidad aun y siendo una seductora letal.

Los escenarios, igual que los personajes, son muchos y cada uno aporta su carga de significado y tiene sus características propias. La narración se inicia en Qana (Líbano) y va desplazándose entre Estocolmo, Tel Aviv, Niza, Gaza, Dubai…

La obra tiene una estructura externa muy bien definida: un prólogo, tres partes y un epílogo. Además, cada una de esas partes está dividida en otras más pequeñas, marcadas por una línea que sitúa al lector en una ciudad del mundo y, así, en la historia que está desarrollándose allí.

Esas mismas tres grandes secciones, bastante equilibradas en número de páginas, van tituladas con lo que bien podría diferenciar la estructura interna: Infección, Salah ad-Din y La séptima sinfonía de Chaikovski. Pero, una vez más, qué contiene cada una de ellas le toca descubrirlo al lector.

Y, aunque la voz narrativa es en tercera persona omnnisciente y en pasado, existen fragmentos marcados en cursiva correspondientes a los “sueños” en que cae Hanna cuando entra en coma. Estos proporcionan una visión del pasado de una forma un tanto abstracta pero eficaz.

En cuanto a la temática hay que decir que, aunque es una historia con el conflicto israelí y palestino —judío e islámico— como telón de fondo y la original puesta en escena informática, Mona habla de amor. ¡Qué novedad! El amor de un padre por su hija y su familia, el amor de un hombre por su compañera de viaje, el amor de algunas personas por su patria y por sus creencias religiosas. Un amor que impulsa a los hombres a la búsqueda, la venganza y hasta a la propia muerte.


Habrá segunda parte, Sinón… y, como hemos dicho antes, película. ¡Esto es lectura de verano, sí o sí!


Leed,

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