25 septiembre 2014

Los crímenes del monograma

Sophie Hannah, la autora, le dedica este libro a Agatha Christie, quien creó al detective Hércules Poirot y lo convirtió en uno de sus personajes más emblemáticos, con treinta y tres novelas, dos obras de teatro y tantos otros relatos breves. En uno de estos, Telón, publicado en 1975, el personaje fallecía y desde entonces no hubo más historias suyas. Sin embargo, los herederos de Agatha Christie, decidieron otorgarle permiso para utilizar nombre e imagen literaria para esta obra a Sophie Hannah, autora reconocida de libros como La cuna vacía, Los muertos se tumban o La mala madre.

Los crímenes del monograma de Sophie Hanna, cubierta


El afamado investigador belga Hércules Poirot, ya retirado, se cruza, cuando está cenando en el café Pleasant, con una desconocida que teme por su vida. En los pocos minutos que comparten, ella le dice algunas frases en apariencia incoherentes, pero altamente preocupantes para la materia gris de Hércules Poirot. Y, después, huye despavorida.

Cuando Poirot llega a la pensión de la señora Unsworth, donde está pasando unas vacaciones frente a su casa en Londres, su recién estrenado amigo, el detective de Scotland Yard Edward Catchpool, le comunica que han sido hallados tres cadáveres en distintas habitaciones del hotel Bloxham. Ante lo cual, monsieur Poirot no puede evitar establecer relación entre esos tres crímenes y las palabras de la mujer del café. A partir de ahí, todo será una sucesión de descubrimientos, pruebas, confesiones, posibles teorías, mentiras y carreras para tratar de impedir más muertes.

En cuanto a los personajes, como ya dice en la cubierta de la edición española de Los crímenes del monograma (Espasa, 2014), este es “un nuevo caso de Hércules Poirot” y él es su protagonista, el héroe peculiar de la historia. Para aquellos que no conozcan la personalidad del detective belga creado por Agatha Christie, si es que todavía queda alguien (aun teniendo internet), Hércules Poirot es arrogante, atildado, un poco soberbio, maniático del orden y la higiene; tiene vastos conocimientos de todo, utiliza un lenguaje ampuloso e introduce expresiones en francés a menudo. Pero, además, es sagaz, observador, sensible y, en el fondo, un sentimental. A veces, se refiere a sí mismo en tercera persona del singular y, desde luego, no es un hombre de acción —el físico tampoco lo acompaña para eso—, sino que sus herramientas son el ingenio, la imaginación, la percepción del mundo y, sobre todo, lo que podría considerarse su súper poder si esto fuese un cómic: la materia gris de su cerebro.

Su partenaire en este caso es el detective Catchpool, un joven de 32 años, que ha sido encargado de investigar el homicidio de Richard Negus, Ida Gransbury y Harriet Sippel en el Bloxham. Y, para ello, cuenta con la inestimable ayuda de Poirot, aunque no le haga mucha gracia. Además, Catchpool es la voz narrativa de la historia y se retrata a sí mismo como víctima (y secreto admirador, algo simple) del carácter de Poirot.

Pero, a nivel global, como suele suceder en las novelas de misterio y concretamente en las de Hércules Poirot, el número de personajes es amplio, aunque no excesivo, y raramente anónimo. Es decir, hay más de una docena, pero no tantos como para olvidarlos a las dos páginas, y son descritos con marcas distintivas que ayudan al lector a recordarlos cuando vuelven a aparecer en escena. Es más, se repiten sus nombres y apellidos una y otra vez: Richard Negus, Ida Gransbury, Harriet Sippel, Fee Spring, Luca Lazzari, John Goode, Thomas Brignell, Rafal Bobak, Blanche Unsworth, Samuel Hobben, Stanley Beer, Henry Negus…  Se trata de generar sospechosos, no de llenar párrafos con ellos para luego olvidarlos. ¡Hay que dudar hasta de la propia sombra de Poirot!

La técnica que Sophie Hannah utiliza es la de contar los hechos, una vez finalizados, a través del relato escrito de uno de sus personajes, en este caso Edward Catchpool, como ya hizo en su día Agatha Christie con Arthur Hastings. De ahí que se pueda decir que el narrador es en primera persona en pasado y, hasta cierto punto, omnisciente.

La contra de Los crímenes del monograma. La edición física
que ha hecho Espasa es muy cómoda de leer: tapa blanda
pero suave, mate, bordes redondeados y unas elegantes guardas
que funcionan más como páginas de cortesía en negro

La mayor parte de la historia de Los crímenes del monograma se desarrolla en el Londres de 1929, en lugares cerrados: el hotel Bloxham, el café Pleasant y la casa de huéspedes de la señora Unsworth, entre otros. Aunque también hay algunos capítulos en los que la acción se sitúa en un pueblecito inglés llamado Great Holling. Y, como es habitual, existen constantes flashbacks, realizados a través de los diálogos de los personajes, con el fin de introducir nueva información.

La novela se estructura en 25 capítulos de unas diez o doce páginas cada uno, hasta llegar a las 362 —más Agradecimientos— que conforman el libro completo. Y cada capítulo tiene un título que actúa, sin duda, como acicate para el lector, porque suele contener las palabras clave por las que no ha dejado de preguntarse durante las últimas hojas.

De forma interna, está dividido claramente en un planteamiento del crimen o crímenes iniciales, luego se desarrolla la investigación —con sus altibajos— y, finalmente, una exposición resolutiva frente a un público amplio, muy al estilo Hércules Poirot.

¿Atrapa? Sí, desde luego. El uso del juego – enseñanza de Poirot con Catchpool lo que busca o a lo que da pie es a que el lector, incluido el más torpe, siga las explicaciones y la línea de pensamiento que lleva el belga. Y ya, si se trata de una persona un poco avispada, se hará las mismas preguntas que Poirot antes que él mismo y tendrá las posibles respuestas a las cuestiones que plantee Catchpool.

¿Es una lectura sencilla? Hay que tomárselo con paciencia y prestar atención, porque los datos son bastantes y la trama gira y gira, sin mover su eje de rotación. Además, la forma de expresarse de Poirot, como comentábamos antes, no es directa y escueta, sino que le gusta utilizar términos grandilocuentes y construir frases sintáticamente peculiares sin un fin claro, en apariencia. Pero ese es un rasgo que caracteriza al personaje incluso más que su famoso bigotito.


¿No queréis saber por qué se titula Los crímenes del monograma? ¿Qué se esconde detrás de ese monograma y dónde ha sido encontrado?

Pues, leedlo ;)

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