Antonella
Cilento es una prolífica escritora napolitana autora de Il cielo capovolto (2000), Una
lunga notte (2002), Non è il paradiso
(2003), Neronapoletano (2004), L’amore, quello vero (2005), Napoli sul mare luccica (2006), Nessun sogno finisce (2007), Isole senza
mare (2009), Asino chi legge (2010), La paura della lince (2012) y ahora
llega, por fin en castellano, con Lisario
o il piacere infinito delle donne, obra con la que fue ganadora del Premio
Boccaccio en 2014 y finalista del prestigioso Premio Strega el mismo año.
Además, Antonella Cilento es profesora de escritura creativa desde hace más de
dos décadas, escribe guiones para relatos radiofónicos, obras de teatro y
colabora en el diario Il Mattino de
Nápoles.
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Lisario o el placer infinito de las mujeres de Antonella Cilento, imagen de cubierta Antífona, óleo de Dino Valls |
Lisario
y Avicente Iguelmano se conocen en extrañas circunstancias. Ella es una suerte
de Bella Durmiente de dieciséis años en el Nápoles de 1645, y él será el
príncipe que la despierte. Aunque existen unas cuantas diferencias con el
cuento tradicional. Lisario es muda, a pesar de todo lo que tiene que decir, y
su sueño no es producto de ningún maleficio ni se ha pinchado con ninguna
rueca, es una reacción generada por el rechazo que le produce el matrimonio
concertado por su padre con un anciano. Y Avicente no es un príncipe,
propiamente dicho, sino un médico de nombre pero con actitudes nulas para
aprender y ejercer.
Ella le
escribe cartas a la Virgen con cierto aire de consultorio radiofónico en unos
tiempos en los que era casi pecado que una mujer supiera leer y escribir, no ya
tener los conocimientos sobre la obra de dos maestros de la literatura
universal como Miguel de Cervantes y William Shakespeare. A él le interesan más
los ratos de ocio y vida disipada, pero no ha encontrado heredera acaudalada
con la que casarse y ha tenido que huir de La Haya, donde aprendía de un
maestro cirujano, por su ineptitud y malas prácticas. Pero las influencias y el
buen nombre de su padre, fallecido y también médico, le han conseguido un
puesto como médico personal de una dama española venida a menos, la señora de
Mezzala.
Ésta,
astuta y taimada, le pone como condición para el empleo que demuestre su valía
curando uno de los casos más extraños de la zona, el de la hija del general
Ilario Morales, de las tropas del virrey español asentadas en Nápoles. Ella es
Belisaria, la joven Lisario aún.
En su
ineptitud e impulsado por la atracción que le despierta la muchacha postrada en
la cama, tras varias visitas en las que solo la observaba, Avicente Iguelmano
no prueba a besarla en los labios como el príncipe azul del cuento, sino que le
levanta la falda y mete la mano entre sus piernas. Al principio, solo son unas
cuantas caricias, justificadas en su conciencia con la excusa de ver algunas supuestas
reacciones en el rostro de Lisario, un camino hacia una cura. Pero luego, en las
semanas sucesivas, las ansias de Avicente son más apremiantes y prescinde de la
ropa, la suya y la de ella, para acariciar, tocar y profundizar en el deseo de
ambos.
Con el
transcurso de los días, se hace evidente para todo el mundo que el tratamiento
del doctor Iguelmano, consistente en la observación de la paciente y poco más,
es inútil y se hace forzosa su marcha. A punto de embarcar, despreciado por
todos, surge la noticia de que Lisario ha despertado y, con ella, el cambio radical
de su estatus al de gran científico y sanador. Por lo que, en agradecimiento
principalmente, el padre de Lisario le ofrece la mano de su hija, y ésta y el
doctor terminan casados, pero no por amor, sino más bien obligados. Él se
pregunta si la muchacha recordará en qué consistió el tratamiento y ella se
resigna a la imposición de su padre.
Aun
así, el matrimonio se entiende bastante bien en el único terreno que puede
conseguir simular momentáneamente que las cosas progresan: la cama. Un tiempo
después, sin embargo, una serie de acontecimientos hacen que ella no esté tan
receptiva y Avicente comience a obsesionarse con la clave del placer de las
mujeres; de hecho, cuestiona con toda la fuerza de su convicción que dicho
placer exista, puesto que la mujer —en aquella época— era concebida como yegua
de cría. Su única utilidad era procrear si era decente, es decir, rica, y
proporcionarle placer al hombre si no lo era, es decir, si era pobre… o ambas
cosas por necesidad, que eran tiempos malos y lo usual era que una misma mujer
la utilizase el marido, el suegro, el cuñado e, incluso, algún vecino aunque no
fuera exactamente por dinero.
En esa
búsqueda que inicia Iguelmano, se acentúa la sensación de objeto que tiene
Lisario. No hablan, ella es muda. Pero él no cesa de ordenar. Luego investiga,
observa, anota… Cree que así logrará redimirse públicamente como médico y todos
lo admirarán.
Además
de Lisario y Avicente, a lo largo de la novela surgen multitud de personajes,
con mayor o menor relevancia. Entre los primeros hay que destacar al pintor
francés Jacques Israël Colmar y al holandés Michael de Sweerts, cuya presencia
sumerge al lector en el mundo artístico de la época, desde los pintores
favorecidos por el reconocimiento a las calamidades de los que trabajan por
convertir su obra en inmortal.
Y para
ello, tanto en las escenas de la historia del complicado matrimonio Iguelmano
Morales como en las peripecias del mundo pictórico, la narración se interna en
palacios y castillos, pero también en barrios marginales y peligrosos,
principalmente de Nápoles y de forma breve en Roma.
Las
fechas en que tiene lugar no son menos relevantes, para nadie es ajeno que
fueron tiempos convulsos para toda Europa. Concretamente allí, durante el
período comprendido entre noviembre de 1647 y abril de 1648, el pueblo
napolitano se sublevó contra el virrey español y estableció la Serenísima
República de Nápoles. Estos hechos históricos son parte importante de la
narración, no por extensión real dentro de la obra, sino porque Antonella
Cilento los ha integrado como condicionantes del destino de los personajes.
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Antonella Cilento, la autora |
La
estructura externa de estas 330 páginas de Lisario
o el placer infinito de las mujeres (Alfaguara, 2015) va intercalando
bloques de la voz narrativa omnisciente en tercera persona del plural y pasado,
posteriormente subdivididos en capítulos numerados, con otros de Cartas a la Santísima Señora de la Corona de
las Siete Espina Inmaculada Asunción y Siempre Virgen María, escritas por
Lisario en primera persona del singular y con una manera de expresarse propias
tanto de su época como de su edad, inocente pero afectada. Aunque, con acierto,
no están compensados en cuanto a extensión, puesto que las cartas redactadas
por Lisario en fugaces momentos que logra esconderse no pueden tener el peso
que ostenta el resto de la historia.
En
cuanto a los temas tratados, como asegura ya desde la cubierta, la novela de
Antonella Cilento es una obra donde abunda la sensualidad, a través de
sensaciones y deseos, no de la descripción del sexo en versión documental de la
BBC; aunque sí incluye distintos tipos de preferencias: heterosexuales,
homosexuales, transexuales. etc.
De lo
que se trata, más bien, es del placer
erótico, su fuente y sus caminos, con o sin amor de por medio, pero con un alto
componente de libertad e individualidad. La imposición de lo indeseado, las
órdenes sin consenso, una perspectiva fría y calculada no ayudan a fomentar la
pasión o el amor, sino el rechazo y el odio. Y, desde luego, partir de la premisa
de que no existe como tal no será la clave para desvelar los secretos del
placer femenino.
De esa
temática, analizada sobre los personajes, se puede remarcar que mientras
Avicente Iguelmano es egoísta en su placer y su objetivo es obtener reconocimiento
profesional con su escaso talento, Jacques busca complacer a quienes desea, se
deja hacer, trata de conformarse con sobrevivir y mantener a los suyos aunque
eso implique no ser nunca considerado un gran pintor ni pasar a la historia
como una figura destacada. De ahí también la importancia que se le da a la fama
y éxito profesional por parte de los hombres.
Otro tema
importante es la religión y las creencias. Avicente se respalda en Dios padre
como recurso absoluto de la supremacía masculina, negándole a la mujer la
capacidad de sentir, pensar o tener algo parecido al alma humana. Y, por su
parte, Lisario se dirige con respeto a la Virgen, madre y mujer, para contarle
sus impresiones, expresarle sus dudas y hallar consejos a través de esas reflexiones. En el caso de Michael se
castiga por sus tendencias sexuales, sus deseos, sentimientos, pasiones y la
consecución de estos. Por eso reza a Dios, reza y reza, se flagela y vuelve a
rezar, pinta motivos y escenas religiosas para alcanzar la luz de la redención.
Mientras que Jacques sencillamente es un judío de nacimiento, poco o nulo
practicante, en unos tiempos y un lugar en que esa religión estaba perseguida y
condenada.
¿Introduce
Antonella Cilento cierto componente feminista en su obra? Evidentemente, el
título de por sí ya sugiere algo. Pero no es tanto un alegato a los derechos de
la mujer sino dar voz, como la que le fue arrebatada a Lisario, a una realidad
que se estuvo negando durante años, siglos, y a la que aún hoy en día se le
sigue temiendo: el placer sexual de la mujer y el poder e independencia que
esto le otorga.
Sobre
el estilo decir que Lisario o el placer
infinito de las mujeres es una novela de Alfaguara y, al margen de juicios
previos, eso suele ser sinónimo de calidad, y no solo argumental. En este caso,
se describiría como una prosa no plana, un estilo narrativo cómodo —cierto que
según para quién—, que mantiene al lector encandilado por la cadencia
sintáctica y también léxica. Es una lectura que, más allá de la temática o la
historia, genera bienestar por la forma en que conecta con la mente del lector.
Una comparación sencilla, y quizás más gráfica, sería decir que esta voz
narrativa es como la de esas personas que por su manera de hablar pausada,
sabiendo lo que dicen, pero sin arrogancia ni pretensión de imbuir a quien
escucha sus ideas, explicando las cosas de manera sencilla, logran envolver a
la audiencia de tal manera que podrían pasarse horas atentos, en silencio, sin
perder detalle.
Novela
histórica, feminista, erótica… la han catalogado de muchas manera y, en parte,
todas ellas la describen. Pero solo en parte, el todo es mucho más. Prueba y
verás.
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rpm.devicio@gmail.com
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