Ernest Hemingway
ganó el premio Pulitzer en 1953 por The
Old Man and the Sea (1952) y esta breve novela fue uno de los grandes motivos
por los que el jurado del Premio Nobel
lo eligió en el año 1954. Su producción alcanzó gran volumen, puesto que estaba
constantemente escribiendo ya fuesen artículos para periódicos o revistas,
reportajes reales, novelas de ficción, historias cortas o colecciones de
cuentos. Por nombrar algunas de sus obras más conocidas a nivel internacional
para situar su figura, Fiesta (The Sun Also Rises, 1926), Adiós a las armas (A Farewell to Arms, 1929), Por
quién doblan las campanas (For
Whom the Bell Tolls, 1940) o París era una fiesta (A Moveable Feats, 1654). De Hemingway
como escritor con reconocida imagen pública y de sus trabajos, podría decirse
mucho, pero esta vez solo hablaremos de El
viejo y el mar.
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Un joven Ernest Hemingway con uniforme durante su participación como conductor de ambulancias en la Segunda Guerra Mundial |
Santiago, conocido por todos en la zona como El viejo, es un pescador ya veterano
que lleva cerca de tres meses sin pescar nada. Parece que la vida, las fuerzas
y la suerte lo están abandonando. Por eso y porque ya nadie espera gran cosa de
él, Santiago se decide a salir una vez más en su pequeña barcaza para no
regresar hasta que consiga una pieza digna. Y la consigue, es un pez espada de tamaño considerable lo
que ha mordido el anzuelo. Sin embargo, éste no pretende rendirse fácilmente y
la lucha entre el pescador y el pez se prolonga durante tres largos días, con
momentos de calma y otros de máxima agitación. En ese tiempo de soledad,
Santiago rememora otras épocas en las que rara era la ocasión en que se hacía
al mar y volvía con las manos vacías, recuerda a su joven ayudante y piensa en
cómo ha sido su vida personal y de pescador.
Con
este argumento, está claro que el personaje principal y casi exclusivo es El
viejo, Santiago el pescador. Un hombre trabajador cuya existencia está ligada
al mar, casi en una relación de dependencia más allá de la necesidad de
subsistir. Para Santiago, obtener una buena pesca no solo implica alimento y
ganancias, sino que llega a ser sinónimo de valía como persona —para el código masculino tan propio de las
obras de Hemingway, que no con connotaciones sexuales, valía como hombre—, de
honor y dignidad.
El pez,
pescado o no, ocupa el rol de casi un personaje, es el objetivo a alcanzar y el
enemigo a vencer, su presencia es la vía a través de la que Santiago desarrolla
su historia. Ese pez espada lucha por su vida con cada gramo de energía que
tiene en el cuerpo, por instinto primario, como el de El viejo de ser pescador
y ha de capturarlo aunque muera en el intento.
Manolín, el chico que a veces ayuda a Santiago,
representa la esperanza de una nueva generación, a la que los propios
progenitores se encargan de desilusionar y no inculcar el sentido del trabajo
más allá de unos réditos económicos. Sin embargo, en la escala de valores de
Manolín queda claro que la amistad y la admiración por la experiencia de
Santiago, que hace las veces de maestro, está muy por encima del dinero.
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El viejo y el mar, imagen de cubierta de la edición de Debolsillo |
El
viejo vive en la zona de la costa de La
Habana, en Cuba, y en una de sus playas tiene amarrada su barcaza. Esa
localización y el mar son las únicas que componen los escenarios de la novela.
Aunque Santiago recuerda otros lugares, como sus días frente a las costas
africanas. Eso ha sido suficiente motivo para pensar que quizás su personaje
fuese de origen canario. Incluso, hay quien asegura que el autor se basó en el
marinero español Gregorio Fuentes,
un conejero (lanzaroteño), emigrado a Cuba que llegó a ser primer oficial del
yate Pilar, embarcación del propio Ernest
Hemingway.
En
cuanto a la estructura es sencilla, de hecho, está catalogado como novela corta
y, dependiendo de las ediciones, supera por una o varias docenas las cien
páginas. Está narrada en tercera persona y en pasado, con ese estilo aparentemente simple y minimalista
pero de una eficacia abrumadora que supo desarrollar Ernest Hemingway a lo
largo de su carrera. En sus obras se puede apreciar, sin hacer demasiado
esfuerzo, cómo evita la adjetivación o las largas descripciones del entorno,
como sí se hacía en la narrativa clásica. Él elegía los diálogos para
transmitir aquello que caracterizaba al personaje o lo que en realidad sentía o
pensaba.
“A writer's
style should be direct and personal, his imagery rich and earthy, and his words
simple and vigorous. The greatest writers have the gift of brilliant brevity,
are hard workers, diligent scholars and competent stylists”. ERNEST HEMINGWAY
“El estilo del escritor ha de ser directo y personal, su imaginería
rica y terrenal, y sus palabras simples y vigorosas. Los más grandes escritores
tienen el donde de una brevedad brillante, son muy trabajadores, estudiosos
diligentes y estilistas competentes.”
Los temas tratados en El
viejo y el mar son varios, a pesar de su brevedad, pero quizás el más obvio
y que consigue llegar a todos los lectores es ese afán de lucha por lo que uno quiere. Habrá muchos obstáculos en el
camino, a veces la duda de estar haciendo lo correcto será enorme, las fuerzas
flaquearán y rendirse será lo más sencillo, sin embargo, para alcanzar el
objetivo deseado hay que luchar hasta el final. Y, una vez logrado, no
descuidarse, seguir esforzándose para no perderlo.
La amistad, la soledad, el proceso de cambio que experimenta
Santiago en su interior a través del viaje, la relación entre el hombre y la
naturaleza, la voluntad de superación, la admiración por la voluntad y el valor
aunque sea en el propio enemigo… Muchos, muchos temas pueden verse más o menos
desarrollados en esta pequeña obra maestra.
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Cartel de The Old Man and the Sea, protagonizada por Spencer Tracy en 1958 |
¿Os animáis a leerla? Si ya lo habéis hecho y os apetece
verla en movimiento o si no soy demasiado lectores y os cuesta decidiros, en
1958, John Sturges dirigió a Spencer Tracy en una adaptación
cinematográfica de la obra, que a éste le valió una nominación al Oscar y otra
a los Globos de oro. Posteriormente, ya en 1990, Anthony Quinn protagonizó la versión para televisión bajo las órdenes
del director Jud Taylor.
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