05 marzo 2015

Expediente de desaparición - Dror Mishani

El israelí Dror Mishani comenzó a escribir la tesis doctoral relativa a su campo de especialización: la novela negra. Sin embargo, terminó creando Tik Ne’edar (2011), que ahora se publica en español bajo el título Expediente de desaparición (Destino, 2015) y que ha sido traducida a más de quince idiomas. Con ella, Mishani fue finalista al CWA International Dagger Award de 2013 y ganó el premio Martin Beck a la mejor novela negra traducida en Suecia. Y similar éxito obtuvo su segunda obra, Efsharut shel Alimut (2013), también protagonizada por el inspector de la policía Avraham Avraham y la continuación de lo que este año, 2015, se consolida como una serie con la publicación de la tercera novela.

Expediente de desaparición de Dror
Mishani, imagen cubierta


Una tarde tranquila en que el inspector Avraham Avraham, de la policía de Holon (Israel), está de guardia, aparece otra madre más para denunciar que su hijo adolescente salió de casa por la mañana y todavía no ha regresado. Avraham no le da mayor importancia entonces, tanto solo hace unas horas que desconocen su paradero y cree que Ofer Sharabi, como se llama el joven, únicamente ha decidido tomarse el día libre de clases para hacer cualquier cosa propia de un adolescente de 16 años. Así que le recomienda a la madre que tenga paciencia, llame a sus amigos y, en caso de que no aparezca en toda la noche, vuelva a la comisaría para formalizar la denuncia y abrir un expediente de desaparición.

Efectivamente, a primera hora de la mañana del día siguiente, Hana Sharabi, la madre de Ofer, regresa para comunicarle a Avraham Avraham que su hijo continúa sin dar señales de vida. Pero en esa ocasión ya no acude sola, la acompaña el hermano de su marido, porque éste es marinero y se encuentra en alta mar desde el día anterior y tardará en volver.

Como corresponde, se abre el expediente de desaparición de Ofer Sharabi y, durante las primeras horas, Avi Avraham es el encargado de llevar a cabo las investigaciones e interrogatorios a las personas del entorno del chico. Pero el inspector está confuso, se culpa por haber mandado a la madre a casa y eso entorpece su trabajo y objetividad.

Entre las personas interrogadas, la voz narrativa le da especial relevancia en la historia a un vecino, Zeev Avni, un profesor de instituto en la treintena, casado y con un bebé, que estuvo dándole clases particulares de inglés a Ofer durante algunos meses y estableció con él una relación aún por determinar.

Sin embargo, transcurridas las primeras 48 horas, Ofer sigue sin aparecer, no hay pistas y se conforma un grupo de investigación bajo las órdenes de Ilana, la jefa de policía, liderado oficial, que no oficiosamente, por Avi Avraham y completado por otros dos inspectores más: Eyal Sharpstein y Eliahu Malul.

Durante tres semanas, continúan sin pistas, nadie sabe nada y la policía va dando palos de ciego. Eso lo deja claro Dror Mishani desde el principio, a través de las reflexiones de Avraham en retrospectiva. Por eso, podría decirse que la historia no se centra realmente en la acción, sino en las vueltas que dan en torno a los mismos hechos y, sobre todo, en los sentimientos, tanto de Avraham como de Zeev, relativos a la desaparición e investigación.

De este modo, el lector se va a encontrar con dos personajes principales complejos —más la figura de un tercero, el desaparecido y omnipresente Ofer Sharabi—, de ideas fracturadas, sentimientos reprimidos, asustados en ocasiones, convencidos de su superioridad en relación al resto de individuos que los rodea y con heridas mal curadas o, sencillamente, abiertas y purulentas.

Avraham Avraham tiene 37 años recién cumplidos, le gusta leer novelas negras y ver series policíacas en la televisión solo para señalar los fallos que comenten los investigadores. Está soltero, es bajito, calvo, fumador, solitario y taciturno.

Zeev Avni también está en la treintena, pero la comienza más que terminarla. Es profesor de inglés en un instituto de niños ricos, igual que su mujer, Mijal, y quiere ser escritor, aunque hace tiempo que no escribe nada. El nacimiento de su hijo Illy y haberse mudado desde el centro de Tel Aviv, una ciudad activa, han cambiado su mente, le cuesta hacerse a la idea. Pero tener tan cerca el caso de Ofer le puede ayudar con su creatividad, incluso con lo estúpidamente torpe que le está pareciendo la actuación de la policía.

Y es en función de Avi y Zeev, también de la figura de Ofer, que existen los demás personajes en esta obra de Mishani. Por ejemplo, el inspector Sharpstein —piedra afilada, traducido del alemán— representa la fuerza antagonista contra Avi Avraham; joven, impulsivo, con ganas de atraer atención, casado y con hijos, lleno de iniciativa y energía, seguro de sí mismo y sin miedo a equivocarse. Y está ahí únicamente en la medida que esa personalidad afecta a Avraham, porque Mishani no da detalles de nada más sobre la vida de Sharpstein, de hecho, ni tan siquiera aparece si no está presente Avi. E igualmente sucede con Ilana, de la que el lector desconoce su apellido, porque Avraham solo se refiere a ella así. Pero su función dista mucho de la de Sharpstein, porque lo que el protagonista siente por su superior es algo más parecido a la admiración, el respeto e incluso cierta confianza. La considera una especie de mentora, aunque no reconoce haber aprendido nada de ella, y quizás por ese motivo se siente defraudado hacia el final. Por el contrario, Malul es el tipo de compañero con el que a Avraham le gusta trabajar, alguien eficiente pero sin ganas de destacar por encima de los demás.

Eso en cuanto a su vida profesional, porque en la personal están sus padres, ya mayores, que lo caracterizan como paciente pero hasta cierto punto desarraigado por su culpa; y el personaje de Marianka puede decirse que interviene, insertada a contra pie casi, para demostrar que el protagonista no es ningún pervertido con complejo de Edipo y evitar también que se ponga en tela de juicio su tendencia sexual.

Lo mismo sucede con Zeev Avni. Mijal existe en la historia por él, para darle réplica o condicionar algunas de sus acciones, como el profesor de escritura creativa o Illy, su hijo aún bebé. Y exactamente igual sucede con el entorno de Ofer, sus padres, Hana y Rafael Sharabi, al igual que sus hermanos, Danit y el pequeño, son satélites de su persona.

Además, de forma global, puede decirse que los protagonistas son hombres, los roles principales e incluso los secundarios son masculinos. Al final, la percepción que se tiene de la figura de la mujer es decorativa, cuando no problemática, pero en todo momento débil y en una posición de personaje de reparto o extra. Son amas de casa, madres incompetentes y fallidas, una jefa decepcionante, una disminuida psíquica, una joven indecisa, etc.

Los escenarios y el tiempo en que tiene lugar la historia son Holon, Tel Aviv y Bruselas en la actualidad del momento en que Dror Mishani escribió la obra y, dada la fecha de publicación en su idioma original (hebreo), parece ser que es previa al 2011. Y aunque hay otros entornos, la comisaría de Holon, la casa de Ofer, la de Avi Avraham y la de sus padres están entre sí a una distancia de pocos minutos caminando. Lo que puede interpretarse como un intento, en cierto modo, de remarcar el carácter íntimo de la desaparición, delito o crimen que está por descubrirse.

Aunque también está ese viaje a Bruselas, que en principio puede resultar un tanto absurdo dentro de la trama, pero al que se le puede sacar un pequeño sentido: la comparación entre cómo llevan una investigación en una de las ciudades más relevantes de Europa, sede esencial de ésta, frente a los métodos que siguen en Holon. Eso, sin duda, se une al detalle final en el que resulta ser una persona extranjera, llegada de fuera, quien le da un nuevo enfoque a la investigación y señala lo que podría ser un error garrafal.

Expediente de desaparición está narrada en tercera persona y pasado, con una voz omnisciente que varía el punto de vista acercándose a la perspectiva de Avi o de Zeev, según el momento. Nunca se relata ningún hecho donde ellos no están presentes.

En cuanto a la estructura externa de estas 318 páginas, con un “continuará” muy alejado de un final abierto, hay que decir que son 16 capítulos repartidos equitativamente en una primera y segunda parte. Por otro lado, la división interna puede fragmentarse a través de ciertos hitos o sucesos, de modo que serían cuatro partes: toma de contacto con el caso, viaje a Bruselas, revelación de la supuesta verdad y visita lúdica amorosa. Pero también puede hacerse una aproximación más sencilla y dividir la historia en los capítulos o fragmentos en que domina la perspectiva de Avi y en las que domina la de Zeev.

Y para terminar, el estilo, que en definitiva hace tanto por el valor final de un libro. Expediente de desaparición no es una novela ágil, sino todo lo contrario, el ritmo que sigue se hace lento y pausado, debido a la introducción de hechos y datos que al lector no terminan de aportarle información consistente. No es que Dror Mishani incluya excesivas descripciones sobre el entorno, los muebles, la vestimenta, el análisis de las pruebas o los interrogatorios, sino que se recrea más en los hábitos, en la rutina aburrida que refleja el carácter de uno de los protagonistas o los tejemanejes algo incomprensibles del otro. Y aquí cabe destacar cierta diferencia entre cotidianeidad y rutina, cuando lo uno es habitual y lo otro repetitivo. Por decirlo de una forma simple, ese estilo narrativo no genera emoción y avidez lectora hasta el último tercio de la obra.


Así que si sois amantes de la novela negra y disfrutáis de la espera, con toda seguridad encontraréis en Expediente de desaparición una historia que os encantará y os dejará con la intriga, por qué no decirlo, a la espera de su segundo libro. ¿Os apetece leerla?

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