El
israelí Dror Mishani comenzó a escribir la tesis doctoral relativa a su campo
de especialización: la novela negra. Sin embargo, terminó creando Tik
Ne’edar (2011), que ahora se publica en español bajo el título Expediente
de desaparición (Destino, 2015) y que ha sido traducida a más de quince
idiomas. Con ella, Mishani fue finalista al CWA International Dagger Award de
2013 y ganó el premio Martin Beck a la mejor novela negra traducida en Suecia.
Y similar éxito obtuvo su segunda obra, Efsharut shel Alimut (2013), también
protagonizada por el inspector de la policía Avraham Avraham y la continuación
de lo que este año, 2015, se consolida como una serie con la publicación de la
tercera novela.
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Expediente de desaparición de Dror Mishani, imagen cubierta |
Una
tarde tranquila en que el inspector Avraham
Avraham, de la policía de Holon
(Israel), está de guardia, aparece otra madre más para denunciar que su hijo
adolescente salió de casa por la mañana y todavía no ha regresado. Avraham no
le da mayor importancia entonces, tanto solo hace unas horas que desconocen su
paradero y cree que Ofer Sharabi,
como se llama el joven, únicamente ha decidido tomarse el día libre de clases
para hacer cualquier cosa propia de un adolescente de 16 años. Así que le
recomienda a la madre que tenga paciencia, llame a sus amigos y, en caso de que
no aparezca en toda la noche, vuelva a la comisaría para formalizar la denuncia
y abrir un expediente de desaparición.
Efectivamente,
a primera hora de la mañana del día siguiente, Hana Sharabi, la madre de Ofer, regresa para comunicarle a Avraham Avraham
que su hijo continúa sin dar señales de vida. Pero en esa ocasión ya no acude
sola, la acompaña el hermano de su marido, porque éste es marinero y se
encuentra en alta mar desde el día anterior y tardará en volver.
Como
corresponde, se abre el expediente de desaparición de Ofer Sharabi y, durante
las primeras horas, Avi Avraham es el encargado de llevar a cabo las
investigaciones e interrogatorios a las personas del entorno del chico. Pero el
inspector está confuso, se culpa por haber mandado a la madre a casa y eso
entorpece su trabajo y objetividad.
Entre
las personas interrogadas, la voz narrativa le da especial relevancia en la
historia a un vecino, Zeev Avni, un
profesor de instituto en la treintena, casado y con un bebé, que estuvo dándole
clases particulares de inglés a Ofer durante algunos meses y estableció con él
una relación aún por determinar.
Sin
embargo, transcurridas las primeras 48 horas, Ofer sigue sin aparecer, no hay
pistas y se conforma un grupo de investigación bajo las órdenes de Ilana, la jefa de policía, liderado
oficial, que no oficiosamente, por Avi Avraham y completado por otros dos
inspectores más: Eyal Sharpstein y Eliahu Malul.
Durante
tres semanas, continúan sin pistas, nadie sabe nada y la policía va dando palos
de ciego. Eso lo deja claro Dror Mishani desde el principio, a través de las
reflexiones de Avraham en retrospectiva. Por eso, podría decirse que la
historia no se centra realmente en la acción, sino en las vueltas que dan en
torno a los mismos hechos y, sobre todo, en los sentimientos, tanto de Avraham
como de Zeev, relativos a la desaparición e investigación.
De este
modo, el lector se va a encontrar con dos personajes principales complejos —más
la figura de un tercero, el desaparecido y omnipresente Ofer Sharabi—, de ideas
fracturadas, sentimientos reprimidos, asustados en ocasiones, convencidos de su
superioridad en relación al resto de individuos que los rodea y con heridas mal
curadas o, sencillamente, abiertas y purulentas.
Avraham
Avraham tiene 37 años recién cumplidos, le gusta leer novelas negras y ver
series policíacas en la televisión solo para señalar los fallos que comenten
los investigadores. Está soltero, es bajito, calvo, fumador, solitario y
taciturno.
Zeev
Avni también está en la treintena, pero la comienza más que terminarla. Es
profesor de inglés en un instituto de niños ricos, igual que su mujer, Mijal, y quiere ser escritor, aunque
hace tiempo que no escribe nada. El nacimiento de su hijo Illy y haberse mudado desde el centro de Tel Aviv, una ciudad activa, han cambiado su mente, le cuesta
hacerse a la idea. Pero tener tan cerca el caso de Ofer le puede ayudar con su
creatividad, incluso con lo estúpidamente torpe que le está pareciendo la
actuación de la policía.
Y es en
función de Avi y Zeev, también de la figura de Ofer, que existen los demás
personajes en esta obra de Mishani. Por ejemplo, el inspector Sharpstein
—piedra afilada, traducido del alemán— representa la fuerza antagonista contra
Avi Avraham; joven, impulsivo, con ganas de atraer atención, casado y con
hijos, lleno de iniciativa y energía, seguro de sí mismo y sin miedo a
equivocarse. Y está ahí únicamente en la medida que esa personalidad afecta a
Avraham, porque Mishani no da detalles de nada más sobre la vida de Sharpstein,
de hecho, ni tan siquiera aparece si no está presente Avi. E igualmente sucede
con Ilana, de la que el lector desconoce su apellido, porque Avraham solo se
refiere a ella así. Pero su función dista mucho de la de Sharpstein, porque lo
que el protagonista siente por su superior es algo más parecido a la
admiración, el respeto e incluso cierta confianza. La considera una especie de
mentora, aunque no reconoce haber aprendido nada de ella, y quizás por ese
motivo se siente defraudado hacia el final. Por el contrario, Malul es el tipo
de compañero con el que a Avraham le gusta trabajar, alguien eficiente pero sin
ganas de destacar por encima de los demás.
Eso en
cuanto a su vida profesional, porque en la personal están sus padres, ya
mayores, que lo caracterizan como paciente pero hasta cierto punto desarraigado
por su culpa; y el personaje de Marianka
puede decirse que interviene, insertada a contra pie casi, para demostrar que el
protagonista no es ningún pervertido con complejo de Edipo y evitar también que
se ponga en tela de juicio su tendencia sexual.
Lo
mismo sucede con Zeev Avni. Mijal existe en la historia por él, para darle
réplica o condicionar algunas de sus acciones, como el profesor de escritura
creativa o Illy, su hijo aún bebé. Y exactamente igual sucede con el entorno de
Ofer, sus padres, Hana y Rafael Sharabi,
al igual que sus hermanos, Danit y
el pequeño, son satélites de su persona.
Además,
de forma global, puede decirse que los protagonistas son hombres, los roles
principales e incluso los secundarios son masculinos. Al final, la percepción
que se tiene de la figura de la mujer es
decorativa, cuando no problemática, pero en todo momento débil y en una
posición de personaje de reparto o extra. Son amas de casa, madres
incompetentes y fallidas, una jefa decepcionante, una disminuida psíquica, una
joven indecisa, etc.
Los
escenarios y el tiempo en que tiene lugar la historia son Holon, Tel Aviv y
Bruselas en la actualidad del momento en que Dror Mishani escribió la obra y,
dada la fecha de publicación en su idioma original (hebreo), parece ser que es
previa al 2011. Y aunque hay otros entornos, la comisaría de Holon, la casa de
Ofer, la de Avi Avraham y la de sus padres están entre sí a una distancia de
pocos minutos caminando. Lo que puede interpretarse como un intento, en cierto
modo, de remarcar el carácter íntimo
de la desaparición, delito o crimen que está por descubrirse.
Aunque
también está ese viaje a Bruselas, que en principio puede resultar un tanto
absurdo dentro de la trama, pero al que se le puede sacar un pequeño sentido:
la comparación entre cómo llevan una investigación en una de las ciudades más
relevantes de Europa, sede esencial de ésta, frente a los métodos que siguen en
Holon. Eso, sin duda, se une al detalle final en el que resulta ser una persona
extranjera, llegada de fuera, quien le da un nuevo enfoque a la investigación y
señala lo que podría ser un error garrafal.
Expediente de
desaparición
está narrada en tercera persona y pasado, con una voz omnisciente que varía el
punto de vista acercándose a la perspectiva de Avi o de Zeev, según el momento.
Nunca se relata ningún hecho donde ellos no están presentes.
En
cuanto a la estructura externa de
estas 318 páginas, con un “continuará” muy alejado de un final abierto, hay que
decir que son 16 capítulos repartidos equitativamente en una primera y segunda
parte. Por otro lado, la división
interna puede fragmentarse a través de ciertos hitos o sucesos, de modo que
serían cuatro partes: toma de contacto con el caso, viaje a Bruselas,
revelación de la supuesta verdad y visita lúdica amorosa. Pero también puede
hacerse una aproximación más sencilla y dividir la historia en los capítulos o
fragmentos en que domina la perspectiva de Avi y en las que domina la de Zeev.
Y para
terminar, el estilo, que en
definitiva hace tanto por el valor final de un libro. Expediente de desaparición no es una novela ágil, sino todo lo
contrario, el ritmo que sigue se hace lento
y pausado, debido a la introducción de hechos y datos que al lector no terminan
de aportarle información consistente. No es que Dror Mishani incluya excesivas
descripciones sobre el entorno, los muebles, la vestimenta, el análisis de las
pruebas o los interrogatorios, sino que se recrea más en los hábitos, en la
rutina aburrida que refleja el carácter de uno de los protagonistas o los
tejemanejes algo incomprensibles del otro. Y aquí cabe destacar cierta
diferencia entre cotidianeidad y rutina, cuando lo uno es habitual y lo otro
repetitivo. Por decirlo de una forma simple, ese estilo narrativo no genera
emoción y avidez lectora hasta el último tercio de la obra.
Así que
si sois amantes de la novela negra y disfrutáis de la espera, con toda
seguridad encontraréis en Expediente de
desaparición una historia que os encantará y os dejará con la intriga, por
qué no decirlo, a la espera de su segundo libro. ¿Os apetece leerla?
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