Elisabetta Cametti, tras más de veinte años
dedicados a trabajar en el área de marketing para grandes empresas
multinacionales, publica su primera novela ahora en castellano, Los
guardianes de la historia (Planeta
Internacional, 2015). I guardiani della storia obtuvo una
gran acogida del público en Italia, país natal de la autora, y es el primero de
la serie K, una colección de libros
protagonizados por Katherine Sinclaire.
El segundo, ya publicado en italiano a finales del año pasado, lleva por título
Nel
mare del tempo y es un paso más hacia la consolidación de un grupo de
lectores fieles a las aventuras de la protagonista.
Los guardianes de la historia, imagen de cubierta de la edición en castellano |
En Los guardianes de la historia, el lector
conoce a Katherine Sinclaire, quien no solo es la directora general de 9Sense, poderosa empresa del sector editorial,
sino que es el alma y motor de esta corporación presidida por Bruce Aaron.
Katherine
está en la treintena, quizás la haya pasado —no se especifica en la historia—,
y ostenta un poder a nivel profesional envidiado y admirado por muchos, con
todo lo que eso implica. Es creativa, innovadora, analítica, estratega,
ambiciosa, compañera de sus compañeros… y, sobre todo, independiente. Su vida
empieza y acaba entre las paredes de 9Sense y sus colaboradores. Aunque cuando
llega a casa alguien la espera para poder darle la bienvenida entre mismo y
arrumacos, Silvestre, un gato al que
salvó en la calle.
Su
relación con Bruce Aaron, a pesar de los rumores malintencionados, dados la
diferencia de edad y el atractivo físico de Katherine, no tiene ningún
componente romántico y ni mucho menos sexual, sino que su amistad profesional y
personal se basa en el pupilaje que desde hace más de dieciséis años Bruce
ejerce sobre ella, protegiéndola y dejándola desarrollarse.
“Katherine volvió la espalda al
ventanal iluminado por el sol y se dirigió hacia la puerta. Contempló por un
momento la gran pintura acrílica que destacaba sobre la pared de la derecha.
Era la representación de una criatura que a primera vista parecía un ángel con
las alas desplegadas, aunque tenía garras en lugar de dedos, patas de lobo y
una larga cola erizada de púas plateadas. Estaba desnuda, de pie al borde de un
precipicio, lista para emprender el vuelo. Sus ojos muy abiertos y vueltos
hacia el cielo expresaban un gran sentimiento y sus labios apretados
transmitían concentración. El viento le agitaba los largos cabellos rubios y
las plumas negras de las alas. Vista desde cualquier ángulo, la criatura
parecía salirse del cuadro. Era tal su dinamismo que daba la impresión de
rebelarse contra el deseo del artista de aprisionarla en el lienzo. Katherine
sonrió, como todas las veces que intercambiaba una mirada con su retrato. Se lo
había regalado Uranio Neri, uno de los ilustradores de fantasía más famosos de
todos los tiempos. En el borde inferior de la pintura, junto a la firma,
resaltaba la dedicatoria «Ángel o demonio… Nunca lo sabré».
Sin
embargo, algo extraño está sucediendo y el presidente de 9Sense está obligando
a Katherine a llevar algunos proyectos alejados de la línea de negocio
habitual. El más reciente es una reunión para ceder los derechos de una
creación propia a la empresa de Tomas
McKey, un individuo con fama de estafador.
Y para
asegurarse de que Katherine no pone ningún impedimento al trato, Aaron le pide
como un favor a Jethro Blake su
participación en el trato, lo que implica que este poderoso empresario y
mecenas de la investigación y la cultura esté presente durante la reunión en
9Sense.
Por
consideración a su viejo amigo, Jethro acepta, aunque no muy convencido, y
abandona su casa en los bosques, donde lleva una vida sana —ejercicio,
meditación, descanso— junto a su maltrecho perro Jack, al que recogió casi agonizante tras ser abandonado por unos
organizadores de peleas caninas.
“Media hora después, se montaba en su
Wrangler Rubicon negro para salir por el camino de tierra, que desde la pequeña
fortaleza medieval donde vivía conducía hasta la cima de la colina. Sentado a
su lado, en el asiento del acompañante, iba Jack, su pitbull albino. Lo había
encontrado cuatro años antes, entre bolsas de basura, al pie de un contenedor.
Yacía ensangrentado, lleno de mordiscos y casi sin vida. Lo había cargado en el
coche y se lo había llegado a casa. Tras ponerle un catéter, el veterinario se
había apartado del pobre animal negando con la cabeza: «Los perdedores de las
peleas de perros no se salvan nunca. Luchan hasta el final. Siento decírselo,
pero no creo que llegue a mañana».
Jethro había pasado toda la noche a su lado.
Le había desinfectado las heridas y no había dejado de acariciarle el hocico.
Se había quedado dormido sujetándole una pata, arrodillado en el suelo, y al
despertar, se había encontrado con la mirada del perro fija en sus ojos. Había
decidido llamarlo Jack, nombre compuesto por las iniciales de su hermano Jeremiah, su madre Annabel, su padre
Conrad y su hermana Kimberly. Jack había tardado tres meses en recuperar las
fuerzas. Había perdido un ojo y la movilidad de la pata trasera izquierda. Pero
estaba a salvo. Y lleno de ganas de vivir.”
Así es
como presenta Elisabetta Cametti a los dos protagonistas, Katherine Sinclaire y
Jethro Blake, y a la figura de Bruce Aaron, cuya inesperada muerte será el desencadenante
de una aventura que los lleva desde las oficinas de una corporación
multinacional con sede en Londres
hasta el interior de los misterios y profecías de la cultura etrusca en la isla Bisentina, la más grande de las islas de origen volcánico del lago de Bolsena en Italia.
Las
relaciones entre los personajes, las ambiciones vitales, los secretos del
pasado y las manipulaciones del presente se mezclan con asesinatos, violencia,
angustia e intriga constantes en una novela que a más de uno le recodará, en
algún momento y salvando las distancias, a El último catón de Matilde Asensi.
"Al tiempo dedicado a construir los sueños, porque su valor tiene la fuerza de hacer posible lo imposible", con esa dedicatoria comienza Elisabetta Cametti |
Con 590
páginas, divididas en un prólogo y 79 capítulos de extensión equilibrada, la
estructura externa queda clara y la interna puede trazarse a través de los
escenarios o también marcando un antes y un después desde el instante en que
Katherine decide ser parte activa en el juego, en lugar de una mera observadora
en busca de información.
El ritmo de Los guardianes de la historia no tiene prisa por llegar, aunque los
lectores quieran saber cuanto antes qué está sucediendo. Y precisamente ese es
el recurso que utiliza Cametti para generar tensión. Es decir, asegurarle al
lector que hay algo por desvelar pero luego perderlo de vista en circunloquios
y explicaciones —bastante extensas sobre los etruscos— para retrasar el hallazgo de la verdad… o lo que parece
serlo.
La isla Bisentina en el interior del lago Bolsena |
Sin
embargo, el pequeño pecado que
podría reprochársele a Elisabetta Cametti no es ese, ya que se trata de un
recurso habitual en este tipo de novelas, sino la manera de describir a los protagonistas
en las primeras páginas. Porque, precisamente, esas descripciones de hombres
perfectos, guapos, atractivos, filántropos, generosos, amantes de la naturaleza
y los animales, compasivos y muy
millonarios, que tan pronto ven a la protagonista caen rendidos a sus pies,
muertos de amor y deseo, eso sí que no es propio de esta clase de obras, más
bien de otras. Y en esas otras “se acepta barco como animal acuático”, porque
es lo esperado; en cambio, en un thriller
lleno de explicaciones históricas y acción, esa clase de presentación de un
personaje puede llegar a resultar cuando menos artificial.
Pasado
ese bache inicial, por el que no tenéis que dejaros llevar, Los guardianes de la historia es una
buena candidata para la lista de lecturas de verano, porque reúne muchos
requisitos que la hacen más que entretenida: asesinatos, acción, traiciones,
aventura, amor, cultura ancestral, mentiras… Así que id apuntando.
¡Y seguid leyendo!
@rpm220981
rpm.devicio@gmail.com
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