04 junio 2015

Los guardianes de la historia - Elisabetta Cametti

Elisabetta Cametti, tras más de veinte años dedicados a trabajar en el área de marketing para grandes empresas multinacionales, publica su primera novela ahora en castellano, Los guardianes de la historia (Planeta Internacional, 2015). I guardiani della storia obtuvo una gran acogida del público en Italia, país natal de la autora, y es el primero de la serie K, una colección de libros protagonizados por Katherine Sinclaire. El segundo, ya publicado en italiano a finales del año pasado, lleva por título Nel mare del tempo y es un paso más hacia la consolidación de un grupo de lectores fieles a las aventuras de la protagonista.

Los guardianes de la historia, imagen
de cubierta de la edición en castellano

En Los guardianes de la historia, el lector conoce a Katherine Sinclaire, quien no solo es la directora general de 9Sense, poderosa empresa del sector editorial, sino que es el alma y motor de esta corporación presidida por Bruce Aaron.

Katherine está en la treintena, quizás la haya pasado —no se especifica en la historia—, y ostenta un poder a nivel profesional envidiado y admirado por muchos, con todo lo que eso implica. Es creativa, innovadora, analítica, estratega, ambiciosa, compañera de sus compañeros… y, sobre todo, independiente. Su vida empieza y acaba entre las paredes de 9Sense y sus colaboradores. Aunque cuando llega a casa alguien la espera para poder darle la bienvenida entre mismo y arrumacos, Silvestre, un gato al que salvó en la calle.

Su relación con Bruce Aaron, a pesar de los rumores malintencionados, dados la diferencia de edad y el atractivo físico de Katherine, no tiene ningún componente romántico y ni mucho menos sexual, sino que su amistad profesional y personal se basa en el pupilaje que desde hace más de dieciséis años Bruce ejerce sobre ella, protegiéndola y dejándola desarrollarse.


            “Katherine volvió la espalda al ventanal iluminado por el sol y se dirigió hacia la puerta. Contempló por un momento la gran pintura acrílica que destacaba sobre la pared de la derecha. Era la representación de una criatura que a primera vista parecía un ángel con las alas desplegadas, aunque tenía garras en lugar de dedos, patas de lobo y una larga cola erizada de púas plateadas. Estaba desnuda, de pie al borde de un precipicio, lista para emprender el vuelo. Sus ojos muy abiertos y vueltos hacia el cielo expresaban un gran sentimiento y sus labios apretados transmitían concentración. El viento le agitaba los largos cabellos rubios y las plumas negras de las alas. Vista desde cualquier ángulo, la criatura parecía salirse del cuadro. Era tal su dinamismo que daba la impresión de rebelarse contra el deseo del artista de aprisionarla en el lienzo. Katherine sonrió, como todas las veces que intercambiaba una mirada con su retrato. Se lo había regalado Uranio Neri, uno de los ilustradores de fantasía más famosos de todos los tiempos. En el borde inferior de la pintura, junto a la firma, resaltaba la dedicatoria «Ángel o demonio… Nunca lo sabré».


Sin embargo, algo extraño está sucediendo y el presidente de 9Sense está obligando a Katherine a llevar algunos proyectos alejados de la línea de negocio habitual. El más reciente es una reunión para ceder los derechos de una creación propia a la empresa de Tomas McKey, un individuo con fama de estafador.

Y para asegurarse de que Katherine no pone ningún impedimento al trato, Aaron le pide como un favor a Jethro Blake su participación en el trato, lo que implica que este poderoso empresario y mecenas de la investigación y la cultura esté presente durante la reunión en 9Sense.

Por consideración a su viejo amigo, Jethro acepta, aunque no muy convencido, y abandona su casa en los bosques, donde lleva una vida sana —ejercicio, meditación, descanso— junto a su maltrecho perro Jack, al que recogió casi agonizante tras ser abandonado por unos organizadores de peleas caninas.


“Media hora después, se montaba en su Wrangler Rubicon negro para salir por el camino de tierra, que desde la pequeña fortaleza medieval donde vivía conducía hasta la cima de la colina. Sentado a su lado, en el asiento del acompañante, iba Jack, su pitbull albino. Lo había encontrado cuatro años antes, entre bolsas de basura, al pie de un contenedor. Yacía ensangrentado, lleno de mordiscos y casi sin vida. Lo había cargado en el coche y se lo había llegado a casa. Tras ponerle un catéter, el veterinario se había apartado del pobre animal negando con la cabeza: «Los perdedores de las peleas de perros no se salvan nunca. Luchan hasta el final. Siento decírselo, pero no creo que llegue a mañana».
Jethro había pasado toda la noche a su lado. Le había desinfectado las heridas y no había dejado de acariciarle el hocico. Se había quedado dormido sujetándole una pata, arrodillado en el suelo, y al despertar, se había encontrado con la mirada del perro fija en sus ojos. Había decidido llamarlo Jack, nombre compuesto por las iniciales de su hermano Jeremiah, su madre Annabel, su padre Conrad y su hermana Kimberly. Jack había tardado tres meses en recuperar las fuerzas. Había perdido un ojo y la movilidad de la pata trasera izquierda. Pero estaba a salvo. Y lleno de ganas de vivir.”


Así es como presenta Elisabetta Cametti a los dos protagonistas, Katherine Sinclaire y Jethro Blake, y a la figura de Bruce Aaron, cuya inesperada muerte será el desencadenante de una aventura que los lleva desde las oficinas de una corporación multinacional con sede en Londres hasta el interior de los misterios y profecías de la cultura etrusca en la isla Bisentina, la más grande de las islas de origen volcánico del lago de Bolsena en Italia.

Las relaciones entre los personajes, las ambiciones vitales, los secretos del pasado y las manipulaciones del presente se mezclan con asesinatos, violencia, angustia e intriga constantes en una novela que a más de uno le recodará, en algún momento y salvando las distancias, a El último catón de Matilde Asensi.

"Al tiempo dedicado a construir los sueños, porque su valor
tiene la fuerza de hacer posible lo imposible", con esa
dedicatoria comienza  Elisabetta Cametti


Con 590 páginas, divididas en un prólogo y 79 capítulos de extensión equilibrada, la estructura externa queda clara y la interna puede trazarse a través de los escenarios o también marcando un antes y un después desde el instante en que Katherine decide ser parte activa en el juego, en lugar de una mera observadora en busca de información.

El ritmo de Los guardianes de la historia no tiene prisa por llegar, aunque los lectores quieran saber cuanto antes qué está sucediendo. Y precisamente ese es el recurso que utiliza Cametti para generar tensión. Es decir, asegurarle al lector que hay algo por desvelar pero luego perderlo de vista en circunloquios y explicaciones —bastante extensas sobre los etruscos— para retrasar el hallazgo de la verdad… o lo que parece serlo.

La isla Bisentina en el interior del lago Bolsena

Sin embargo, el pequeño pecado que podría reprochársele a Elisabetta Cametti no es ese, ya que se trata de un recurso habitual en este tipo de novelas, sino la manera de describir a los protagonistas en las primeras páginas. Porque, precisamente, esas descripciones de hombres perfectos, guapos, atractivos, filántropos, generosos, amantes de la naturaleza y los animales, compasivos y muy millonarios, que tan pronto ven a la protagonista caen rendidos a sus pies, muertos de amor y deseo, eso sí que no es propio de esta clase de obras, más bien de otras. Y en esas otras “se acepta barco como animal acuático”, porque es lo esperado; en cambio, en un thriller lleno de explicaciones históricas y acción, esa clase de presentación de un personaje puede llegar a resultar cuando menos artificial.


Pasado ese bache inicial, por el que no tenéis que dejaros llevar, Los guardianes de la historia es una buena candidata para la lista de lecturas de verano, porque reúne muchos requisitos que la hacen más que entretenida: asesinatos, acción, traiciones, aventura, amor, cultura ancestral, mentiras… Así que id apuntando.

¡Y seguid leyendo!

@rpm220981
rpm.devicio@gmail.com

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