Hay
libros que no cuentan nada concreto, pero dicen mucho. Americanah (Literatura Random House, 2014) de Chimamanda Ngozi
Adichie es uno de esos casos. Algunos las llaman novelas de personajes, para
otros no tienen demasiado sentido porque “no sucede nada” o “no hay objetivo”
y, sin embargo, la mayoría de las grandes obras de la literatura pertenecen, en
cierto modo, a esta forma de narrar.
Su
autora, Chimamanda Adichie, es una escritora nacida en Nigeria en 1977 y
reconocida en todo el mundo como una de las voces jóvenes que más lectores está
atrayendo hacia la literatura africana. Además, en su haber tiene diversas
nominaciones y dos de sus novelas anteriores han sido premiadas: La flor púrpura (Purple Hibiscus, 2003) ganó el Commonwealth Writers’ Prize y Medio sol amarillo (Half of a Yellow Sun, 2006), el Orange Prize for Fiction.
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Chimamanda Ngozi Adichie |
Si
hubiera que hacer una sinopsis —no destripadora—, se podría decir que Ifemelu
es una mujer nigeriana establecida en Estados Unidos que, tras trece años,
decide regresar a su Lagos natal. Pero, antes, se pasa por la peluquería para
hacerse unas trenzas nuevas. Y, desde esa silla y durante las seis horas que
tardará Aisha —inmigrante senegalesa sin documentación— en trenzarle el cabello
con extensiones de pelo de caballo, Ifemelu recordará las diferentes etapas de
su vida: su infancia y adolescencia en Lagos y Nsukka, su vida familiar, su
llegada a Estados Unidos en busca de una educación universitaria, sus
relaciones con hombres blancos y negros,
la sensación primigenia de ser negra, probar el racismo en distintos tenedores,
su amor por Obinze… Una historia que, a priori, no tiene nada de particular y,
sin embargo, no deja de ser muy peculiar.
Sobre
los personajes, destacar indiscutiblemente a Ifemelu, protagonista sin asomo de
duda. Ella representa el arquetipo de mujer moderna, ni buena ni mala, porque
no cabe en espacio el juicio de valor. Es nigeriana, negra, joven, y por ello
puede despertar el sentimiento de identificación con determinados sectores de
la sociedad, pero sigue enfrentándose a hechos comunes de antes, de ahora y,
probablemente, del futuro.
Chimamanda
Adichie se vale de Ifemelu para denunciar, con frescura y sinceridad sin
ambages, la problemática del racismo negado en Estados Unidos, donde está mal
visto decir “negro”, pero sigue siendo un prejuicio se hace notar en detalles
demoledores.
En
contraposición a ella y, al mismo tiempo, complementario, Adichie presenta a
Obinze. Él no es tan decidido, ni tan inquieto como Ifemelu, sueña con irse a
Estados Unidos como el que sueña con un amor en la distancia. Y, sin embargo,
su destino lo lleva por otros caminos, lejos de Manhattan y de ella.
Pero
Obinze no siente la necesidad de reivindicar su raza, como sí lo hace Ifemelu
en cierto modo y también hace Blair, quien durante su relación con ella se
muestra como un activista convencido de la lucha contra un sistema del que, en
realidad, no sabe salir.
Hay muchos
otros personajes, como los que normalmente pueblan la vida de cualquiera. Todos
ellos están muy bien pensados y situados para presentar diferentes modelos de
mujeres y, con menor relevancia, de hombres en circunstancias bastante
universales, con las que, sin duda, Adichie busca lanzar una crítica dirigida
en especial a decisiones o actitudes concretas.
Un
ejemplo claro puede ser la tía Uju, una médico que, por capricho de un general
de la dictadura, se convierte en su amante y pasa de ser una profesional
humilde a una amante mantenida en el lujo sin más aspiraciones que esperar a
que su protector llegue para complacerlo. O la antítesis entre el fanatismo
religioso de la madre de Ifemelu y la pasión por el conocimiento, la cultura y
el estudio de la madre de Obinze.
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Americanah, imagen de cubierta |
Y,
llegados a la parte de los escenarios, existen dos grandes bloques muy bien
diferenciados: Nigeria y Estados Unidos. Londres se convierte en un término
medio entre ambos, sin llegar a ninguno de los dos. Pero Chimamanda Adichie
consigue pintar, a través de las vivencias y las impresiones de los personajes,
cuadros detallados de la personalidad de Lagos, Nsukka, New Haven, Baltimore…
Todo
esto, lo anterior, da muchos puntos a la novela, pero Americanah —apelativo con el que los nigerianos llaman a aquellos
de sus compatriotas que regresan de Estados Unidos— cuenta con un incentivo
enorme para su lectura: el estilo.
Anotad
el nombre, Chimamanda Ngozi Adichie, porque la obra de esta mujer va a terminar
por estudiarse en las universidades y en los colegios, si no se hace ya. Y es
que con frases largas pero sin complicaciones, expresiones abiertas, mucho peso
concedido a la percepción del personaje sobre el entorno y sobre otras
personas, un narrador omnisciente muy íntimo… es inevitable engancharse al bildungsroman de Ifemelu e,
indirectamente, de Obinze a lo largo de más de 600 páginas que se escurren
entre los dedos.
¿Recomendable?
Pues… si buscas una historia plana, no. Para todo lo demás, Americanah de Chimamanda Ngozi Adichie.
¡Leed!
@rpm220981
rpm.devicio@gmail.com
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