29 mayo 2014

La sumisa

Tara Sue Me empezó a escribir esta historia como un ejercicio creativo y, poco a poco, se convirtió en un libro que dio paso a la trilogía Sumisión. Primero, en formato digital a través de la venta online y, después, saltó a la tinta y el papel en Estados Unidos y ahora en el resto del mundo.

La sumisa, imagen de cubierta

El título, La sumisa (Esencia, 2014), ya advierte al lector sobre lo que va a encontrarse. No es una novela erótica simplemente, sino que va más allá y se adentra en el terreno del amo dominante y la sumisa no solo sexual.

Nathaniel West, un atractivo millonario —una vez más, ¿serán los príncipes azules new age?—, busca sumisa y Abby King, una bibliotecaria, se ha presentado como candidata. Es más, tras lo que parece haber sido un riguroso proceso de selección, resulta la elegida para pasar un fin de semana a solas con Nathaniel y sus juguetes. En principio.

Pero, a sus 32 años, Abby no es una díscola jovencita que se embarca en una aventura así por experimentar. Sí, es la primera vez que va a mantener relaciones sexuales donde asume abiertamente el rol de sumisa frente a un amo, pero a Nathaniel ya lo conocía de antes en otros aspectos. De hecho, lleva fantaseando con él desde hace años.

Por otra parte, el frío e inalcanzable señor West ejerce su papel sin contemplaciones. Es consciente de lo novedoso que puede resultarle a Abigail todo ese mundo, pero las normas son las normas y si ella las desobedece, ha de pagarlo. Y el amor no tiene nada que ver en ello.

Ya… Felicia, la mejor amiga de Abby, tampoco lo entiende. Eso de los azotes, el silencio impuesto, la dieta estricta, el control de las horas de sueño, la tabla de ejercicios, el yoga… y, sin embargo, nada de besos en los labios. Aun así, estará ahí, haciendo las veces de Pepito Grillo protestón, cuando su amiga y vecina la necesite.

Del entorno de Nathaniel, los personajes son más numerosos y serán quienes le den retazos de información a Abby sobre el halo de misterio que envuelve los 34 años de vida del hombre que va invadiendo sus pensamientos y su voluntad cada vez con más fuerza. Todos tienen algo que aportar, desde su tía Linda, pasando por su primo Jackson, el matrimonio de amigos compuesto por Elaina y Todd, alguna que otra ex y hasta el propio Apolo, su perro.

Apolo es un Golden Retriever que vive en la mansión con Nathaniel y, por momentos, es la única compañía afectuosa, de forma incondicional, que encuentra Abby durante los extenuantes fines de semana. Quizás, también se puede considerar que es el recurso más inmediato para validar, de cara al lector, a los personajes de Abigail y Nathaniel. Porque la idea de la aceptación y simpatía de un perro —sucede igual con los niños— por alguien suele convertirlo ipso facto en buena persona, como si ellos tuvieran un sexto sentido para detectar la maldad. Y, en el caso de Apolo, sobran los motivos, pero él también tiene su pasado.

Casi toda la historia se desarrolla en la mansión de los West en Nueva York, principalmente, entre la cocina y la cama. Pero habrá otros escenarios: el apartamento de Abby, la biblioteca, algunos restaurantes y habitaciones de hotel. Todos ellos son interiores y exclusivamente dos escenas tendrán lugar en espacios abiertos, pero no vamos a detallarlas aquí.

De esto, puede deducirse que tanto el sexo como la comida son componentes muy importantes de la novela. Y no solo eso, además actúan como vía de expresión mucho más efectiva que los diálogos entre los personajes protagonistas. En el caso de ella, porque lo tiene prohibido, y en el de él, porque… es un misterio.

Esta primera entrega de la trilogía Sumisión está estructurada en 37 capítulos, de unas pocas páginas cada uno, hasta sumar un total de 312. Y, aunque es autoconclusiva, el final deja abiertas una serie de tramas e incógnitas no resueltas que irán desarrollándose en los siguientes libros, El dominante y La experta. En el caso de la edición de Esencia, viene el primer capítulo de ambas al final de La sumisa.

En cuanto al estilo decir que es simple, con frases directas y un vocabulario bastante explícito, donde hay más de demostración de papeles que de exposición sexual. Porque, a diferencia de la saga de E L James o la de Jodi Ellen Malpas, aquí el protagonista sí castiga físicamente a la chica y no es un juego, ni de broma ni de poder. Tara Sue Me deja las cosas claras desde el principio. A él le gusta eso y a ella, también. Sin edulcorantes ni descubrimientos sorprendentes, todo es voluntario.


En conclusión, si sois lectores de novelas eróticas que se atreven a dar una vuelta de tuerca incluyendo el BDSM y que, de fondo, persiguen una historia de amor, La sumisa os gustará.

¡Lean ustedes!

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