Alban
Orsini es un consultor científico, doctor en Química orgánica y crítico
teatral. Durante un año, estuvo publicando en Tumblr las divertidas
conversaciones entre una madre y su hijo por Whatsapp y fue así como se generó
la idea para Mis Whatsapp con mamá.
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Mis Whatsapp con mamá, imagen de cubierta |
En los
últimos años, la comunicación ha evolucionado de forma exponencial o, al menos,
lo han hecho sus métodos. Lejos quedan ya las cartas que tardaban días o
semanas en llegar —dependiendo de la distancia—, e incluso las llamadas telefónicas
han ido perdiendo terreno. Porque ahora lo que mueve ese intercambio de
información y, sobre todo, el juego interpersonal son las redes sociales
(Facebook, Twitter, LinkedIn, Google +…) y los servicios de mensajería
instantánea. Pero no los sms ni aquellos mms que nunca quedó muy claro dónde
estaba la diferencia (¡Qué locura! ¿Cómo se podía pagar por enviar un
mensaje?), sino Whatsapp y demás aplicaciones de los smartphones —principales
responsables de esta revolución comunicativa— como puedan ser Line, Telegram,
Viber, MyEnigma… La lista es larga y cada día parece aumentar, pero ya nadie se
sorprende ni le resulta extraño. Aunque su implantación entre los miembros de
ciertos sectores de edad y costumbres no ha sido tan fulminante. Y ahora, pasado
el tiempo, lo que parecía una novedad al servicio de la juventud más innovadora
se ha convertido en una herramienta cotidiana que no solo tienen los amigos,
sino que también está al alcance de… ¡las madres!
Pero…
¿qué puede querer decir una madre por Whatsapp a su hijo ya independizado?
¿Herramienta o arma? Eso es lo que averiguará el lector con Mis Whatsapp con mamá si es que no lo
está experimentando ya de primera mano.
La
estructura es muy sencilla, pero original. Quizás, en eso, se puede decir que
emula un poco y a su manera a Contra el
viento del norte de Daniel Glattauer o, incluso, a Donde termina el arco iris de Cecelia Ahern.
Se
trata de una sucesión de pantallazos del móvil en la sala de chat de un hombre
joven (veintena larga o treintena) con su madre. Y en cada pantallazo, Alban
Orsini consigue, con unas pocas líneas cruzadas, enviar un mensaje al lector,
que es testigo silencioso de las ironías, bromas y enfados de esta madre con su
hijo.
Así que
no hay narración y, por tanto, no existe una voz narrativa ni la perspectiva
que da ésta. Es decir, únicamente hay diálogos, breves diálogos llenos de
humor. Y esos factores agilizan la lectura bastante.
En esta
suerte de cómic sin viñetas ni dibujos (aunque con unas ilustraciones interiores bastante divertidas), solo con bocadillos, los personajes
principales son la madre y el hijo. Ninguno de ellos tiene nombre, dando ese
enfoque universal, haciendo que esa madre pueda ser la de cualquiera y el hijo
podamos ser cualquiera de nosotros… o al revés.
Él es
gruñón, despreocupado, egoísta… y ella es divertida, insistente, provocadora. Y
su relación, en la distancia de un viaje en tren, es fluida a pesar de la
diferencia generacional, de los intereses encontrados y los juicios sobre las
decisiones del otro. Aunque queda claro que… una madre siempre es una madre.
Hay
otros personajes, sin voz, como son Diane, el Vecino Boris o el gato Grisillo. Y,
después, está la Abuela, que sí interviene y a la que se podría calificar, si
esto fuera una serie, de estrella invitada.
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Albar Orsini, una ilustración de Vivi Lablonde obtenida de la red |
La
temática que desarrolla la historia es la comunicación entre madre e hijo, que
permanece igual por mucho que el medio o las vías hayan cambiado. Pero también
está muy presente el afecto, la paciencia, el poder del ingenio en la palabra…
Resumiendo,
una lectura muy amena, divertida, entrañable y que impulsa al lector a sentirse
identificado (en cualquiera de los dos bandos). ¿Os apetece algo ligero para
llevaros a la playa o para haceros más llevaderos los días de calor sin
escapadas? Echadle un ratillo a Mis
Whatsapp con mamá.
Lean, señores,
@rpm220981
rpm.devicio@gmail.com
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