Natalie
Meg Evans es una autora británica que ha sido premiada por la Asociación de
Novelistas de Reino Unido. Entre sus obras están En algún lugar son las seis y Una
temporada enredada, ahora llega con The
Dress Thief, La ladrona de vestidos
(Lumen, 2014), una historia que no podremos dejar de comparar con la novela de
María Dueñas, El tiempo entre costuras,
por sus muchos puntos en común y por otros tantos en los que se diferencian.
Alix
Gowan es una joven de veinte años en el París de 1937. Hace relativamente poco
que ha llegado, junto a su abuela Danielle Luztman, Mémé, desde Inglaterra. Ambas
se mantienen de los pequeños ingresos de Mémé como costurera y del puesto de
Alix en una centralita telefónica, gracias a su buen uso del francés y el
dominio del inglés. Pero ese no es su sueño. Su verdadera pasión es la moda y,
además, cuenta con habilidades innatas para ello: tiene gusto, maneja la aguja
con destreza, sabe dibujar y es ambiciosa. Por eso, ante las calamidades que
les provoca la falta de dinero, saca unos ingresos extra dibujando algún que
otro modelo de alta costura recién estrenado en París, que luego los contactos
de su amigo Paul venderán a los mayoristas estadounidenses para que hagan
falsificaciones baratas cuanto antes.
Sin
embargo, pronto, esos contactos querrán algo más grande: la colección entera de
Maison Javier, uno de los modistos más cotizados de París. Y Alix tendrá que
infiltrarse en su atelier para llevar
a cabo un juego muy peligroso, mientras intenta descubrir la verdad sobre sus
orígenes y se maneja como puede su vida amorosa.
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La ladrona de vestidos, imagen de cubierta |
El
personaje de Alix Gowan es el que lleva el peso de la historia, aunque es
cierto que el narrador es omnisciente y en varios momentos lo relatado es ajeno
a ella. Pero la mayor parte de la obra la ocupan las desventuras y peripecias
de esta joven a quien no podemos dejar de comparar con Sira Quiroga, salvando
las distancias. Vive con una mujer de su familia mayor que ella y amargada por
la viudedad y la crudeza de la vida. A diferencia de la madre de Sira, Danielle
no quiere que su nieta continúe el oficio de costurera, desea algo mejor para
ella.
Y ese
paralelismo con la protagonista de El
tiempo entre costuras también puede establecerse al hablar de los hombres
de su vida. El padre ausente, un hombre mayor relativamente poderoso que la
apoya, un joven de su misma clase social que la adora, el chulo con una vida
sin normas que la atrae e, incluso, el guapo periodista inglés inmerso en la
Guerra Civil española. Es decir, John Gowan, el conde de Charembourg, Paul le
Gal, Serge Martel y Verrian Haviland.
En
cuanto al espacio y el tiempo, la mayoría de los hechos tienen lugar en París
durante el período de entreguerras, donde el glamour y la precariedad bordean
el mismo límite. Pero también hay fragmentos de la obra situados en otros
lugares, como Alsacia, Madrid o Marsella. Y se ven reforzados por detalles
históricos que transportan al lector hasta allí con mayor intensidad
significativa y visual. La Exposición Internacional de París en la que se presentó
el Guernica de Picasso, el bombardeo
alemán a Durango o la aparición, en el mundo de la moda, del primer pañuelo de
Hermès, por ejemplo.
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Exposición Internacional de París, 1937 |
La
estructura externa de las 605 páginas (más Agradecimientos) está muy bien
definida. Hay una primera división de Prólogo y tres partes. Luego, cada una de
ellas se subdivide en capítulos no demasiado extensos, hasta sumar un total de
37. Y, por otro lado, la estructura interna mantiene la tensión, tras un
comienzo álgido, a fuerza de giros que no por esperados, resultan menos
interesantes. Es decir, el lector ve venir los hechos —más, si son históricos—,
pero se pregunta qué sucederá después, cómo lograrán salir de ahí los
personajes.
Sobre
el estilo narrativo, como se mencionaba antes, es una voz en tercera persona
del pasado y omnisciente. Sin embargo, queda claro que el punto de vista, tanto
por su presencia en la historia como por su candidez o la pérdida de ésta, es
el de Alix. Se utiliza un léxico relacionado con el mundo de la moda y la haute couture y eso, junto con las
constantes menciones a la música —jazz, swing, foxtrot…— y los recorridos por
los cafés parisinos, colaboran a la hora dibujar los escenarios de la obra. Aunque,
eso sí, las descripciones de telas, vestidos, diseños, cortes, puntadas,
colores… son omnipresentes.
También
es curioso, al menos, quizás lo sea para el lector español, la visión que
Natalie Meg Evans da sobre la idiosincrasia de los españoles y lo que sucedió
durante la Guerra Civil. Detalle que en apariencia puede parecer insignificante,
pero no deja de llamar la atención cómo se percibieron los hechos fuera del
país. Sin posicionarse.
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El tiempo entre costuras, imagen de cubierta de la novela de María Dueñas con Adriana Ugarte |
Así que
si te gustó El tiempo entre costuras,
te apasiona la moda o, sencillamente, te apetece leer una novela sobre la
búsqueda de los sueños en momentos difíciles y con muchos obstáculos en contra,
prueba con La ladrona de vestidos. Te
va a gustar.
¡Leed!
@rpm220981
rpm.devicio@gmail.com
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