Gabriel García Márquez fue un escritor en toda la
expresión del término: novelas, cuentos, artículos, guiones, teatro, etc. Además,
este colombiano nacido en Aracataca en 1927
fue autor de obras de transcendencia universal como Cien años de soledad, El
amor en los tiempos del cólera, El coronel no tiene quien le escriba
y Crónica
de una muerte anunciada.
A día
de hoy, a pesar de haber fallecido en 2014, Gabo, como se lo conocía, es considerado como una de las figuras más
relevantes dentro de la literatura en español.
En 1982
se le concedió el Premio Nobel de
Literatura y ese es uno de los muchos reconocimientos que recibió a lo
largo de su carrera.
Sin
embargo, en 2004 publicó la que sería su última novela, Memoria de mis putas tristes,
y con ella causó una fuerte controversia al plantear la historia de amor entre
un anciano de noventa años y una niña de clase humilde que le vende su
virginidad para ayudar a su familia.
En la
que es indiscutiblemente su obra más conocida e identifica al pueblo
colombiano, como en su día hizo María de Jorge Isaacs, tiene una frase espectacular como ésta:
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