Amabile Giusti es una escritora calabresa, autora de
novelas como Nin c’è niente che fa male così, Cuore Nero y Odyssea,
todas ellas en italiano. Pero ahora llega con su estilo optimista, fresco y
divertido, a través del sello editorial Esencia,
para presentar en España Trent’anni… e li dimostro (2014), su
último título.
Carlotta Lieti vive en Roma con Luca, un hombre guapo, atractivo y encantador, del que está loca y
perdidamente enamorada. Pero el problema es que no es su novio, ni siquiera su
amante ni su marido, tan solo es su compañero de piso, un amigo y, a veces,
incluso un hermano. Una lástima, porque ella estaría dispuesta a lo que Luca
quisiera desde el momento en que lo conoció, seis meses atrás, cuando le
alquiló la habitación libre de su casa por necesidades económicas. Y es que
Carlotta lleva sentada en el banquillo del desempleo una temporada o como si lo
estuviera, ya que el trabajo anterior era pésimo. A sus 29 años, con estudios
de Bellas Artes y una lista de trabajos algo penosos en su haber, no encuentra
un puesto remunerado ni aunque la dignidad que aún conserva peligre.
“Me siento en el borde de la cama, frente al
espejo del armario, y me observo. Aquí estoy, Carlotta Lieti. Insegura crónica.
Sarcástica compulsiva. Especializada en mala suerte y similares.
Cumpliré treinta años dentro de pocos meses,
no tengo novio, ni siquiera un amigo con derecho a roce, acabo de perder un
trabajo con el que ganaba menos que si me dedicara a mendigar, mañana debo ir a
una entrevista como si acabara de graduarme y además me ha salido un grano en
la nariz.
Mi reacción es comerme otro trozo de
chocolate. Los granos son síntomas de juventud, así que con gusto me aseguraré
de que me salgan un par más. Mejor una colección de granos que de patas de
gallo.
Me dedico una sonrisa y dos docenas de
arrugas se amontonan alrededor de los ojos…”
Así
que, aunque esté sufriendo lo indecible cada noche con los recitales eróticos
de Luca y las mujeres sin nombre que éste se lleva a casa para practicar
gimnasia sexual, no puede echarlo ni protestar. Está en su derecho como inquilino.
“La odio, odio que haya hecho el amor con
Luca, odio que critique mi nevera, que vaya desnuda por la casa y, lo más
importante, odio a Luca.
No es que me sorprenda su éxito: es un tipo
que no pasa desapercibido. Todas las mujeres querrían tirárselo y todos los
hombres lo odian, a menos que sean gays; en ese caso, también se lo tirarían
con mucho gusto.
Tiene unos hombros como armarios de caoba,
una cereza confitada en lugar de boca, la espalda de una estatua griega y ojos
un poco verdes y un poco negros, dependiendo de su humor y de cómo le da la
luz. Se ríe mucho, de manera sensual, echando la cabeza hacia atrás, mirando el
mundo entre sus pestañas, pasándose las manos por el pelo castaño, alborotado,
largo hasta la nuca, tan espeso que, haciendo un estudio estadístico, en el
mundo debe de haber al menos quinientos hombres calvos por su culpa. En pocas
palabras, Luca es esplendoroso.”
El
panorama que se le presenta a la protagonista no es nada halagüeño. ¿Pero y sus
padres, amigos y familia? ¿Dónde están?
La
verdad es que amigos tiene pocos, solo dos buenas amigas: Giovanna, la guapísima modelo que se enamora y desencanta a la
velocidad que le permite su gran corazón; y Lara, una madre divorciada que ha acabado odiando tanto a los
hombres tras su experiencia matrimonial que trata de hacerse lesbiana. Y luego
está Luca.
En
cuanto a sus padres, son dos figuras totalmente antagónicas. Están divorciados
desde hace relativamente poco, cuando su padre por fin se enteró de que su
madre tenía una aventura con su profesor de salsa. El padre de Carlotta es un hombre tranquilo, cariñoso, sencillo pero
no atractivo y ella siempre hace referencia a su gran parecido físico. Tema con
el que está muy descontenta, aunque trata de llevarlo con resignación. Pero
para eso está ahí su madre, para
recordarle a cada momento y oportunidad lo poca cosa que es, el pelo tan
desastroso que tiene, lo torpe que es con los hombres, la necesidad de sexo,
boda e hijos; y su incompetencia para conseguir un trabajo del que no avergonzarse,
como su hermana Erika. Porque Erika,
la diosa, es perfecta: guapa, alta, con melena esplendorosa, pecho contundente,
con hombres a patadas, sexo espontáneo y bajo demanda, y un trabajo como modelo
que le permite llevar una vida más que acomodada. Por eso su madre la adora,
presume de ella y Carlotta no la puede ver ni en pintura. Aunque esto quizás
también se deba a la lista de hombres que Erika ha ido coleccionando y
desechando con el título “le interesan a Carlotta”. Y luego está Luca.
Sobre
el resto de su familia… tías y primas que repiten el patrón de mujer cuya
existencia se basa en tener a un hombre en su vida, aunque sea feo, calvo o le
huela el aliento. Y luego está Luca.
“En ese momento suena el teléfono y del
contestador surge la voz de mi madre, insinuante, ya crítica con tan solo
pronunciar un inocente «Hola».
—Carlotta, cariño, si estás en casa,
contesta. —Parece una invitación, pero en realidad es una orden. Solo le falta
decir «Achtung, levanten la cabecen cuando suene la corneten, ja!»
—Mamá… —susurro al aparato, con voz de medio
ocupada, medio distraída.
—¡Sabía que estabas! No eres una mujer de
carrera, de las que comen fuera.
—¿Qué quieres?
—No hagas planes para dentro de dos semanas,
que se casa Beatrice.
Los ojos me hacen chiribitas… debo de haber
oído mal. Por lo que recuerdo, Beatrice es una prima mía que quería ser
carmelita, con el firme empeño de ofrecerle su virginidad al Señor. Me acuerdo
de que era reservada, aterrorizada, monja desde pequeña, con los dientes
saltones y sonrisa sacrificada. Seguro que mamá se refiere a otra persona.
—¿Quién, perdona?
—¡Tu prima Beatrice! ¿Ya te falla la memoria?
—Pero ¿no estaba en un convento?
—Sí, es verdad, pero solo durante muy poco
tiempo. No estás informada de las cosas que pasan en nuestra familia. Luego se
operó la nariz y los dientes, se gastó los ahorros en una depilación láser, ha
conocido a un chico español y va a casarse.
Estoy consternada. Beatrice se ha hecho un
cambio de piezas. Me pregunto si le quedará alguna cosa original en la
carrocería, alguna pieza natural modelo letrina.
—No debe de tenerme muy en cuenta, para no
haberme dicho nada de eso.
—¡Mira que eres quisquillosa! ¡Intenta
entenderla, la pobre con esa barriga!
—¿Barriga? ¿Qué barriga? No me digas que
también se ha hecho la liposucción.
—¡Hablo de los gemelos! Carlotta, pareces
tonta. ¿Has bebido quizás?”
Pero los 30 se acercan a marchas forzadas,
están ahí, a las puertas, y ella ya no puede permitirse andar con demasiados
remilgos. Así que se dispone a ir a una entrevista para hacerse cargo del
decorado de una producción teatral. Esa podría ser una buena oportunidad para
empezar a cambiar su suerte… o puede que no.
La
historia de Carlotta se desarrolla en la
Roma de la actualidad, con smartphones
y crisis, con italianos seductores y mujeres maduras cacareando todo el día
para que las cosas sean como ellas creen que deben ser, como han sido durante
años.
![]() |
Calles de Roma |
La voz
narrativa que utiliza Amabile Giusti es la de la ácida y sarcástica Carlotta, que usa esos recursos como escudo
protector para no dejar que el desprecio de los demás le haga daño. Habla en
primera persona en presente y así consigue hacer sentir al lector como una
suerte de confidente de sus peripecias, amores, miedos y miserias. Por eso, si
ante ciertos gestos de Luca, por ejemplo, la protagonista se derrite o arde de
rabia e indignación, también el lector se sentirá así por solidaridad. Y es que
Carlotta consigue meterse en el bolsillo a todos, nos pone de su parte desde la
primera página, despierta nuestra empatía por aquellos que sufren, sea por
amor, asuntos laborales o agotamiento de paciencia familiar.
“Me gustaría decirle que no soy partidaria de
las reinterpretaciones de obras famosas, pero esto no es una conversación, no
es cuestión de empuñar ya la escoba con los ojos desorbitados.
—Muy interesante —replico, fingiendo
una actitud pensativa—. ¿Quiere decirme algo más?
Él se pone rígido, se chupa las
mejillas, coge un extremo del foulard y lo sostiene entre los dedos, en una
pose estudiada.
—Franz, ¿estás seguro de que no es
una espía de la competencia?
—No lo creo, Rocky —responde el
otro, guiñándome un ojo de manera confidencial—. Y, después de todo, salimos a
escena en abril y no será fácil encontrar en tan poco tiempo objetos tan… originales
como los que quieres. Considerando que las referencias de la señorita Carlotta
son buenas y que los candidatos no hacen cola, yo me inclino por confiar en
ella.
—No sé —insiste el director,
disgustado—. No lo tengo claro. No me gusta.
Quisiera decirle que la aversión es
totalmente recíproca. En ese momento, coge el cuestionario con mis datos y le
echa una ojeada. Durante toda la lectura, frunce el cejo aristocráticamente.
—Es que, de verdad, no lo veo claro
—insiste, como si hubiera encontrado algo que confirmara su teoría—. A mí me
hace falta alguien que brille por su genialidad, y sus experiencias precedentes
son ínfimas. ¿Qué es este horror? No está a la altura de la misión, y además es
de Calabria, y los calabreses son perezosos por naturaleza. Estaría bien si
estuviéramos buscando un kilo de salami picante, pero por el resto se puede ver
que es una incompetente —sentencia, echando mano de los tópicos regionales.
A medida que habla, el fastidio
genérico que he sentido al principio se convierte en una necesidad específica
de cantarle las cuarenta. Bullo de cólera, me pican las manos y mi paciencia se
esfuma.”
En
cuanto a los temas tratados, el amor
—romántico, filial, parental— y la amistad
vuelven a ser una vez más las estrellas de la historia. Sin embargo, si al final
queda una moraleja es la de que, a pesar de las apariencias, absolutamente nadie es perfecto. Por eso, hay que
quererse sin compararse a nadie y estar dispuesto a salir de la burbuja de
autoprotección para dejar que sucedan cosas buenas, que las malas continuarán
pasando se haga lo que sea haga.
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Treintañera (y a mucha honra) de Amabile Giusti, imagen de cubierta |
En
definitiva, una historia divertida, más por la forma en que Amabile Giusti la
narra a través de un personaje lleno de energía y fuerza, que por la trama. Aun
así, el lector podrá encontrarse unos cuantos giros poco esperados y no sabrá
exactamente hacia dónde lo lleva la autora hasta que no se encuentre sumido en
otra de las situaciones con marca Carlotta impresa. La única pega han sido las
múltiples erratas que podrían haber sido subsanadas con toda facilidad si la
edición se hubiera hecho con mayor cuidado.
¡Leed y reíd!
@rpm220981
rpm.devicio@gmail.com
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