Con el
pseudónimo Lena Valenti, a la escritora
badalonesa Lorena Cabo la conocimos
casi todos gracias al éxito de su Saga
Vanir, antes publicada con su propia editorial independiente y ahora parte
del catálogo de Penguin Random House. Esta colección de romances fantásticos ha
sido traducida a varios idiomas e incluso ha tenido una guía oficial con
ilustraciones, lo que le ha reportado a la autora no solo cierto
reconocimiento, sino un estilo propio.
Por
eso, para quien haya leído El libro de
Jade, El libro de la Sacerdotisa,
El libro de la Elegida, El libro de Gabriel, El libro de Miya, El libro de la Alquimista o cualquiera de los que componen la Saga
Vanir, encontrarse con Becca probablemente haya sido toda una sorpresa.
El diván de Becca, imagen de cubierta |
En la
trilogía protagonizada por esta joven psicóloga barcelonesa, compuesta por El
diván de Becca, El desafío de Becca y La
decisión de Becca (Plaza & Janés, 2015), el lector va a encontrar
algunas similitudes con el resto de obras de la autora: amor, amistad,
erotismo, ritmo ágil, concesiones a la moda, fiestas, mujeres fuertes con
defectos (gracias, Lena Valenti), tíos buenos un poco malos, lazos familiares poderosos en
familias algo disfuncionales...
Sin
embargo, en esta ocasión, lo único fantástico son las capacidades amatorias de Axel, el cámara antipático y hosco con
cuerpo de escándalo que forma parte del pequeño equipo técnico del programa
televisivo El diván de Becca, del que ella es presentadora.
“—A ti no te educaron ni con perro ni sin él,
¿verdad, Axel? —Esto va a ser un desastre. Empezamos muy mal. No es agradable,
ni se esfuerza por agradar ni por caer bien. No lo entiendo.
Axel sonríe, pero el gesto no le llega a sus
ojazos, de repente fríos y duros. Es una pose. Es imposible que sea así de
borde. Creo que le caigo mal, y no me conoce, el cretino.
—¿Me educarás tú, pelirroja? —me pregunta
mirándome por encima del hombro—. No me cabe duda de que estás capacitada para
hacerlo. Fede dice que eres la mejor.
Es el tono, es la pose, es todo. Ese tío es
solo un mojabragas de tres al cuarto, y siento que le odio. Y esa mirada… Esa
mirada es realmente magnética.
No tengo la situación bajo control, no
conozco a mis compañeros. Tal vez, todos sean bombas de relojería. Necesito
rodearme de una plantilla equilibrada para que todo marche sobre ruedas.”
La otra
mitad del grupo la completan Bruno,
el ayudante de cámara, e Ingrid, la
estilista. Y a ojos de Becca, que es la narradora en primera persona de toda la
historia con la frescura que eso le aporta, ambos son guapos, simpáticos y
encantadores. ¡Afortunadamente!, porque las aventuras en las que el equipo se
va a ver envuelto toda ayuda será poca.
Y ahí
es donde llega el enorme acierto de toda la trilogía: el sentido del humor que se desprende desde la primera página, los
momentos cómicos y surrealistas, las escenas en las que el lector no puede
parar de reír.
“Detrás del cristal del confesionario de Gran
Hermano, el rostro histriónico de la mujer de Frankenstein me devuelve la
mirada.
Debo aclarar que esa mujer en realidad es un
hombre musculoso y parecido a Hugh Jackman y se llama Lolo. Pero se siente muy
mujer, reconoce abiertamente su condición de gay y, aunque no lo reconociera,
también se sabría: mi queridísimo Lolo tiene pluma suficiente como para
rellenar mil almohadas. Como Lolo es un hombre muy dramático, sabía que iba a
elegir ese personaje. Pero ha habido un error en el envío de la peluca: pedimos
la cabellera de Elisabeth Lavenza (nombre que se le dio a la novia de
Frankenstein de 1935), pero en vez de eso, nos adjuntaron la de Marge Simpson.
Es decir, competencia de la agencia de
atrezzo: nivel cigoto.
Mi sobrino de cinco años sería más competente
al respecto, y seguramente me debatiría el nivel valorándolo como un pokémon.
Me diría con su vocecilla: «Tita, este es nivel Magikarp claramente». En su
opinión, ser un Magikarp, al parecer, es para cortarse las venas. Y lo suele
argumentar diciéndome que es inútil en combate y que solo sirve para salpicar.
Me llamo Becca Ferrer. Soy psicóloga, nacida
en Barcelona. Y, como ya habréis adivinado, trabajo en la plantilla de
terapeutas de este famoso reality,
que ya va por
su
decimocuarta edición.”
Obviamente,
tiene puntos muy emotivos. El programa consiste en que ella, como psicóloga,
realice terapias de choque a personas con fobias y éstas nacen de sentimientos
negativos muy interiorizados, de traumas y situaciones realmente desagradables.
Además, los pacientes que se va a ir encontrando a lo largo de los tres libros
no suelen dejar a nadie indiferente.
En
cuanto a los escenarios, se puede decir que Lena Valenti se anota otro tanto
importante, porque la caravana de El diván y su equipo viajan a distintos
puntos de España (y parte del extranjero), lo que aporta entornos e
idiosincrasias diferentes, además de simpatías múltiples por parte de los
lectores, ya sea por identificación o reconocimiento.
Desde
Cangas de Onís, donde Francisco siente pánico por su chihuahua, a Madrid para
tranquilizar la lujuria desatada de Roberto, pasando por el mismísimo parque de
la Orotava en Tenerife, donde Fayna —personaje genial— tiene miedo de los
ronquidos, los suyos concretamente.
Pero es
importante, sobre todo cuando se viaja mucho, tener un sitio al que volver. Y
para Becca esa es la casa de su madre —aunque disponga de un apartamento estupendo
para ella sola—, donde ésta, Valentina, prepara unos platos de infarto. La
bebida corre a cargo de Carla, la hermana de Becca, abogada despiadada y madre
soltera del pequeño Iván, que prepara “una sangría de tequila que ya quisiera
Nati Abascal”. Y el toque de sentido común lo pone Elisabet, Eli, amiga del
alma de la protagonista y compañera de la facultad, especializada en Psicología
de pareja, por eso su frase estelar es “¿Folláis bien?”.
“Eli, Carla y yo tenemos un grupo de Whatsapp
llamado «Las supremas de Móstoles». Tienen la mala costumbre de enviarme
mensajes de voz en momentos en los que siempre estoy rodeada de gente, y yo
tengo la mala costumbre de abrirlos. No sé por qué no aprendo. Una vez abrí un
mensaje de Eli en el metro de Barcelona, en plena hora punta. El mensaje decía:
«¡Peeerra! ¡Suciaaa!», a lo Pocholo. Por eso nunca abráis mensajes de voz
porque no sabéis lo que os podéis encontrar.”
Quizás,
y ya dependiendo de los gustos de cada uno, sí hay dos cosas que pueden llegar
a chocar un poco. Uno es el comportamiento de uno de los personajes,
desconcertante y cruel, que además propicia una reacción incomprensible en otro
de ellos que en cierto modo puede rebajar el concepto como persona que el
lector tiene de él o de ella o de ambos. El segundo punto que quizás resulte
inesperado en una lectura tan desenfadada y cómica, aunque no por ello negativo
sino que va en gustos, es el alto nivel de erotismo y escenas de sexo
explícitas.
“Siento su miembro introduciéndose en mí,
poco a poco. Me agarra de la nuca y me obliga a que mire hacia abajo.
—Mira cómo entra. —Gime al ver cómo
desaparece la cabeza gruesa de su polla en mi interior.
—Ah…
—Aguanta —me pide a pesar de la irritación—.
Ya sabes qué bueno puede saberte.
Posa sus labios sobre los míos y me obliga a
moverme con él, a metérmela dentro con botes suaves arriba y abajo.
Estoy lubricada, excitada. Llevo así desde
que él me besó en la playa. Es todo culpa suya. Soy inocente.
Me empala de golpe, con la misma fuerza y la
misma urgencia que la noche anterior. Lo siento moverse a través de mis
pliegues hinchados. Noto la fricción y el calor. Noto el hormigueo del orgasmo
que empieza a crearse en un punto secreto detrás de mi ombligo, donde él está
alojado, anclado, más bien; donde él me estimula a base de golpes secos y
húmedos hasta mi cerviz.”
Y estos
son los ingredientes con lo que Becca Ferrer y compañía están conquistando a
los lectores. De hecho, en la red ya han adjudicado la apariencia física del
actor y modelo cubano Rubén Cortada para
el enigmático, duro y a veces hiriente Axel. Mientras que, por su parte, la
propia Becca a lo largo de la trilogía mencionaba su parecido con Rachelle
Lefevre, actriz de Crepúsculo.
Aunque, de haber adaptación a serie o películas, bien podría ser interpretada
por María Castro, por ejemplo.
Rubén Cortada es el favorito entre los lectores para encarnar, ya sea en alguna futura adaptación o en sus propias fantasías, a Axel |
...aunque otra opción más cercana podría ser María Castro |
Ahora
os toca a vosotros decidir si os apetece o no echaros unas cuantas risas con
una lectura que cumple de largo el objetivo de entretener. Pensad que la vuelta
al cole puede hacerse cuesta arriba y una ayudita nunca viene mal.
@rpm220981
rpm.devicio@gmail.com
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