28 enero 2016

Martina con vistas al mar – Elísabet Benavent

Elísabet Benavent es autora de la saga Valeria (En los zapatos de Valeria, Valeria en el espejo, Valeria en blanco y negro, Valeria al desnudo), la saga Mi elección (Alguien que no soy, Alguien como tú, Alguien como yo) y la saga Silvia (Persiguiendo a Silvia, Encontrando a Silvia). Todas ellas publicadas desde 2013 a 2015. ¿Prolífica? ¡Un misterio!

Además, atención, colabora como columnista en distintas revistas y está muy presente en las redes sociales, donde su alter ego @betacoqueta tiene encantados a sus lectores. Por cierto, no sabemos cuánto dicen de una persona sus redes sociales de un solo vistazo, sobre todo cuando da la casualidad que… bla, ble, bli, blu, ejem. Si no os modifica la percepción del producto el ver de más, como nos sucede a algunos, ¡echadle un ojo a las suyas!

Y… ¿cómo ha estrenado 2016 Elísabet Benavent en su faceta de escritora? Con la publicación a finales de enero del primer volumen de la saga Horizonte Martina, Martina con vistas al mar. Para el segundo, Martina en tierra firme, habrá que esperar poquito, será a mediados de febrero cuando salga a la venta.

Martina con vistas al mar, imagen
de cubierta

A la historia de Martina Mendieta (@MartinaMndieta) el lector llega cuando lo suyo con Fernando es una amistad que satisface sexualmente a ambos, pero ya nada más. Han estado cerca de una década juntos y lo que fue al principio ahora ha terminado por diluirse en la comodidad de su zona de confort. Así que deciden romper, a su manera. Por eso, a sus 30 años, Martina se va a compartir piso con Amaia, una de sus dos mejores amigas y personaje brutal, tremendo, carismático, entrañable, sensacional… de la novela que no deja indiferente a nadie, ¡nadie!


“Me aburro: resumen de los últimos años de mi vida. Sensación de balsa, donde todo se mece, pero nada se mueve en realidad. Ni avanzas ni retrocedes, y no habría habido problema si aquello hubiera sido lo que quería. Quietud. Pero yo quería… vivir. No, no sobrevivir. VIVIR, con mayúsculas. Reírme a carcajadas recordando algo intrépido y superloco, como hacía constantemente Amaia. Equivocarme y remendarme, como estaba haciendo Sandra. Crecer. CAERME. Rasparme las rodillas con la caída y después disfrutar del dolorcito de rascarse las costritas para que cayeran. Tener una cicatriz que me recordara que había vivido. Cogí la cerveza y me la bebí toda.”


El sueño de Martina es llegar a ser chef, pero de momento se conforma con trabajar en la cocina de un importante hotel, siendo una más del equipo. Hasta que Fernando le consigue una entrevista para un puesto en El Mar, el restaurante de su más que admirado chef Pablo Ruiz (@PabloRuizRico), un Picasso de la cocina, ejem. A él, muchos lectores desean atribuirle la apariencia de Harry Styles, sabiendo de la debilidad de Elísabet Benavent por el componente de One Direction. Eso y el “particular” gusto de Pablo por la ropa, las dos golondrinas tatuadas en la parte alta del torso y otras cuantas pistas más. La imaginación es libre… para todos, y algunos nos reservamos el derecho de admisión elección. En cualquier caso, Pablo Ruiz tiene 31 años, ¡nada de asaltacunismo!

Harry Styles' style... muy similar al de
Pablo Ruiz

Harry Styles con su melena y las golondrinas
que se intuyen bajo la camisa... ¿o es una blusa?


Cuando Martina y Pablo se conocen (más), pasa lo que tiene que pasar. Ella, reservada, tímida, metódica y con el pelo tan recogido (aunque en la cama se desmelene, y en la ducha también). Él, desinhibido, romántico, con cierto “síndrome de artista” y con esas greñas demasiado largas al viento. Polos opuestos que se equilibran y le descubren al otro facetas de sí mismos que desconocían. Martina le da calma, sosiego, el tempo para disfrutar y saborear los sentimientos que poco a poco, aunque les pese, van despertándose en ambos. Porque lo de Pablo, hasta entonces, había sido engullir el amor como si fuese una hamburguesa del Burger King, en vez de uno de los elaborados y exquisitos (según los comensales) platos de la carta de El Mar. Así arrastra las consecuencias de esos atracones insanos… mucha indigesta suelta es lo que hay.


“[…] Pablo me miró con interés.
—¿Y cómo eres tú? —dijo mientras apoyaba sus codos en las rodillas, más cerca de mí.
—Pues…, uhm…, ¿cómo dijo Fer? Contenida.
—¿Tienes hermanos?
—Una mayor y uno pequeño. —Sonreí—. Mi hermano te caería bien. También lleva greñas.
Levantó una ceja mientras bebía de nuevo.
—¿Cuál es el problema con mi pelo?
—Está… largo. —Y parapeté mi sonrisa detrás de la copa.
—No llevo el pelo largo. Lo llevo solo un poco más largo de lo habitual.
—Son greñas. Greñas modernas. Seguro que te puedes hacer un moño. Un hombre con un moño…
—No es sexi —terminó de decir él por mí con una nota de burla en su voz.
—No, no lo es. —Sí, sí lo es, pero quise convencerme de lo contrario.
—En mi defensa diré que nunca he probado a hacerme un moño.
—Podrías.”


Por otra parte, grandes cantidades de alcohol y sexo mediante, Martina aprende de Pablo a arriesgarse, a relajarse y expresar sus pensamientos más disparatados sin tener demasiado miedo al ridículo. Sale de su zona de confort emocional, prueba nuevos sabores y experiencias, se vuelve un poco loca, lo justo y necesario para ser feliz.

Dos protagonistas que, al igual que el resto de personajes, demuestran un proceso de transformación y crecimiento personal, una evolución positiva para ambos, a lo largo de más de seiscientas páginas y… ¡las que vengan!, porque toca leerse Martina en tierra firme (a pesar de lo de Harry Styles, podemos imaginarnos a otro). ¿Cómo nos vamos a quedar sin saber qué pasa con estos dos y lo de… en fin, eso que no se puede decir pero que tiene mordiéndose las uñas a unos cuantos lectores? ¿Cómo quedarse colgados con las historias de Amaia, Javi, Sandra, Íñigo, Mario, Elvis Ignacio…? ¿Vamos a conocer a la familia de Martina? ¿Qué será de Fer? ¿Bailará un tango Malena finalmente?


“Amaia y Sandra estaban tendidas en el sofá, para variar, viendo la tele y comiendo algo que había salido de una bolsa. Llámame maniática pero, teniendo el trabajo que tengo, siento un profundo rechazo por toda la comida procesada. No me gusta que otros cocinen por mí y mucho menos si se trata de un proceso industrial. Pero ellas estaban encantadas.
—¿Hoy no sales con Javi? —preguntó Sandra.
—Noooo, pesada. Que eres muy pesada.
—Si va a venir me avisas, ¿eh?
—Sí, para que te pintes como el Ecce Homo.
—¿Cómo es que nunca te ha gustado Javi?
—Es gay. Es mi amienemigo gay. ¿Qué no entiendes en esa frase? Para llevar siete años estudiando eres bastante torcuata.
—Amaia, Javi no es gay y hasta tú, que eres medio mongola, lo sabes.
—Sí, sí. Claro. Cállate que no oigo.
En la televisión estaban emitiendo por enésima vez capítulos repetidos de Anatomía de Grey.
—Oye…, ¿Martina no debería haber vuelto ya? —preguntó Sandra.
—Se habrá entretenido con los del curro.
—Sí, claro. Es tan sociable… —contestó mordaz.
—Pues no sé. Se lo estará montando con un pepino pensando en el buenorro ese.
—¿Qué buenorro?
Amaia se incorporó un poco y se la quedó mirando.
—Estoy llegando a creer que tu mente se activa solo cuando alguien menciona términos como «buenorro», «jamelgo» o «pene erecto». Si el temario de la oposición te lo recitara un bombero, a lo mejor aprobabas.
—El único «pene erecto» que quiero ahora mismo a la vista es el de Javi.
—Dios santo, qué asco, Sandri —se quejó Amaia—. Luego le tengo que ver la cara en el curro, ¿sabes? Y pensaré en su pene erecto.”



Así que ya sabéis, si os apetece perderos por las calles de Madrid a través de una (o varias) historia de amores y amoríos con muchas escenas de alto voltaje (ya lo avisa la sinopsis y la etiqueta de novela erótica), pero además con momentos muy cómicos y un estilo desenfadado lleno de constantes guiños al lector y una voz narrativa en primera persona que siempre añade cercanía, esta es vuestra novela.


Leed e imaginad, según vuestras preferencias, pero leed,

@rpm220981
rpm.devicio@gmail.com

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