El 3 de
febrero de 1995, fue hallado en Cartagena
el cuerpo sin vida de Silvia Laso.
Seis meses después, el 6 de julio de 1995, se encontraba el cadáver de Ana Tortosa en similares
circunstancias. Ambas estaban sentadas a la mesa de sus respectivas cocinas,
desnudas y con un brutal traumatismo craneal. A las dos les había sido
seccionado el dedo anular a la altura en que suele dejar una pequeña marca el
anillo de bodas cuando se lleva.
Ese fue
el primer caso importante al que se enfrentó Marcial Lisón al inicio de su carrera en el cuerpo de Policía. Y quedó
sin resolver.
Ahora,
dieciocho años después, es el inspector Lisón de Homicidios, y ha aparecido un
nuevo cuerpo con una escenificación a priori idéntica. Se trata de alguien
demasiado cercano al equipo que investigó aquellos crímenes como para que pueda
ser una simple coincidencia... o no.
Muertes de sobremesa, imagen de cubierta |
Desde
la perspectiva de Marcial y con una voz en tercera persona —salvo excepciones
puntuales—, David Jiménez va
tejiendo la narración de unos hechos, siempre sustentados por pruebas, que
arrastran a la mente del lector hacia una variada gama de posibles
razonamientos, móviles y culpables.
Las
sospechas están servidas… con café para el postre.
El
autor utiliza en ese juego de despiste, propio de las mejores historias de
intriga, un estilo circunspecto y nada melifluo, acorde con el tono de la
historia y, sobre todo, con la personalidad del protagonista. Marcial Lisón es
el núcleo de la novela, de él parten el resto de personajes e hilos
entrecruzados de Muertes de sobremesa.
A
fuerza de gestos que rozan la mala educación, de apatía irrespetuosa, de evaluación
continua de los demás, entre otros comportamientos, Marcial cree mantener
limpia y clara la línea divisoria que lo separa del resto de individuos,
principalmente en la esfera laboral. Y no es de extrañar, puesto que la suya es
una profesión en la que a diario se trata de cerca con gente de la peor calaña.
Sin embargo, el inspector Lisón parece dejarse llevar en algunas ocasiones por
el lado oscuro de sus sentimientos. Uno de ellos es una especie de ira o rabia
incontenible que lo empuja a la violencia.
Únicamente
baja la guardia sin condiciones cuando está con Sola, una galgo atigrada a la que conoció cuando ésta vagaba,
abandonada y asustada, por la calle. Con ella, su devoción es auténtica, le da
cobijo y caricias sin ningún reparo. Pese a ello, los hábitos de Marcial hacen
que siga frecuentando la soledad.
Con el
resto de personajes tiene relaciones complicadas, por la problemática que le
surge para manejarlas, y complejas, debido a la maraña de sentimientos intensos
que le despiertan. Por ejemplo, al inspector
jefe Villanueva, su mentor, lo admira pero su respeto hacia él se ha visto
enturbiado de un tiempo a esta parte por lo que Marcial juzga una debilidad. El
conflicto con el inspector Miralles,
el joven y atractivo Unai, se ha tornado agresivo. La figura de su madre, Dolores Herce, sentada en la silla de
ruedas a veces puede recordar a la de la señora Bates, la madre de Norman. Y,
por si esto fuera poco, le asignan una nueva compañera para investigar el caso,
la agente Zoe Ochoa y sus momentos
Pantene Pro-V.
Otro
punto que suma enteros a la narración de Muertes
de sobremesa se debe a la confianza y soltura con que David Jiménez conduce
al lector por las calles de Cartagena —¡como no podía ser de otra manera!—,
donde se sitúa la mayor parte de la trama. Sabe recrear esa sensación de
cotidianeidad en el recorrido habitual de Marcial por la Alameda de San Antón hacia
la comisaría. Menciona lugares reconocibles a propios y ajenos, como la rotonda
con el monumento del Escudo de Cartagena; y otros más inmediatos, como el
restaurante L’altro Peccato.
Rotonda con el Monumento del Escudo en Cartagena (Imagen de la web) |
De las
temáticas es complicado hablar sin desvelar ningún detalle. Así que, tratando
de no romper esa magia, decir que en Muertes
de sobremesa se muestran distintas facetas del ser humano que lo convierten
precisamente en eso, humano; con sus miserias, debilidades, vilezas… pero
también con una gran capacidad para amar.
Sobre
David Jiménez El tito, habría que
decir que esta es su primera novela publicada. Pero, como suele suceder con las
obras de calidad, esta habla por él. De todas maneras, si queréis saber más
sobre el autor, podéis seguirlo en @DJM_eltito.
En Twitter, estamos buscando al casting de Muertes de sobremesa. De momento, triunfa Antonio Garrido como Marcial Lisón. ¿Te nos unes con alguna propuesta? ¿Lucho Fernández como Miralles? |
En
resumen, si os gustan las novelas negras, con investigaciones policiales,
intriga y conflictos, con personajes cuya profundidad psicológica te atrapa
incluso más que la propia historia o si sencillamente quieres disfrutar de una
lectura entretenida que te atrape, Muertes
de sobremesa es una candidata a tener muy en cuenta. Y puedes hacerte con
ella por un precio casi simbólico en tan solo un clic y medio, tanto en Amazon (pinchando aquí) como en la Librería Argot (pinchando aquí). Además, estarás ayudando a animales como la galgo
que inspiró la figura de Sola, puesto que un porcentaje del precio del libro
está destinado a la protectora Puro
Galgo (esta es su web).
¡Leed!
@rpm220981
rpm.devicio@gmail.com
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