28 julio 2016

Muertes de sobremesa - David Jiménez El tito

El 3 de febrero de 1995, fue hallado en Cartagena el cuerpo sin vida de Silvia Laso. Seis meses después, el 6 de julio de 1995, se encontraba el cadáver de Ana Tortosa en similares circunstancias. Ambas estaban sentadas a la mesa de sus respectivas cocinas, desnudas y con un brutal traumatismo craneal. A las dos les había sido seccionado el dedo anular a la altura en que suele dejar una pequeña marca el anillo de bodas cuando se lleva.

Ese fue el primer caso importante al que se enfrentó Marcial Lisón al inicio de su carrera en el cuerpo de Policía. Y quedó sin resolver.

Ahora, dieciocho años después, es el inspector Lisón de Homicidios, y ha aparecido un nuevo cuerpo con una escenificación a priori idéntica. Se trata de alguien demasiado cercano al equipo que investigó aquellos crímenes como para que pueda ser una simple coincidencia... o no.

Muertes de sobremesa, imagen de cubierta


Desde la perspectiva de Marcial y con una voz en tercera persona —salvo excepciones puntuales—, David Jiménez va tejiendo la narración de unos hechos, siempre sustentados por pruebas, que arrastran a la mente del lector hacia una variada gama de posibles razonamientos, móviles y culpables.

Las sospechas están servidas… con café para el postre.

El autor utiliza en ese juego de despiste, propio de las mejores historias de intriga, un estilo circunspecto y nada melifluo, acorde con el tono de la historia y, sobre todo, con la personalidad del protagonista. Marcial Lisón es el núcleo de la novela, de él parten el resto de personajes e hilos entrecruzados de Muertes de sobremesa.

A fuerza de gestos que rozan la mala educación, de apatía irrespetuosa, de evaluación continua de los demás, entre otros comportamientos, Marcial cree mantener limpia y clara la línea divisoria que lo separa del resto de individuos, principalmente en la esfera laboral. Y no es de extrañar, puesto que la suya es una profesión en la que a diario se trata de cerca con gente de la peor calaña. Sin embargo, el inspector Lisón parece dejarse llevar en algunas ocasiones por el lado oscuro de sus sentimientos. Uno de ellos es una especie de ira o rabia incontenible que lo empuja a la violencia.

Únicamente baja la guardia sin condiciones cuando está con Sola, una galgo atigrada a la que conoció cuando ésta vagaba, abandonada y asustada, por la calle. Con ella, su devoción es auténtica, le da cobijo y caricias sin ningún reparo. Pese a ello, los hábitos de Marcial hacen que siga frecuentando la soledad.

Con el resto de personajes tiene relaciones complicadas, por la problemática que le surge para manejarlas, y complejas, debido a la maraña de sentimientos intensos que le despiertan. Por ejemplo, al inspector jefe Villanueva, su mentor, lo admira pero su respeto hacia él se ha visto enturbiado de un tiempo a esta parte por lo que Marcial juzga una debilidad. El conflicto con el inspector Miralles, el joven y atractivo Unai, se ha tornado agresivo. La figura de su madre, Dolores Herce, sentada en la silla de ruedas a veces puede recordar a la de la señora Bates, la madre de Norman. Y, por si esto fuera poco, le asignan una nueva compañera para investigar el caso, la agente Zoe Ochoa y sus momentos Pantene Pro-V.

Otro punto que suma enteros a la narración de Muertes de sobremesa se debe a la confianza y soltura con que David Jiménez conduce al lector por las calles de Cartagena —¡como no podía ser de otra manera!—, donde se sitúa la mayor parte de la trama. Sabe recrear esa sensación de cotidianeidad en el recorrido habitual de Marcial por la Alameda de San Antón hacia la comisaría. Menciona lugares reconocibles a propios y ajenos, como la rotonda con el monumento del Escudo de Cartagena; y otros más inmediatos, como el restaurante L’altro Peccato.

Rotonda con el Monumento del Escudo en Cartagena
(Imagen de la web)


De las temáticas es complicado hablar sin desvelar ningún detalle. Así que, tratando de no romper esa magia, decir que en Muertes de sobremesa se muestran distintas facetas del ser humano que lo convierten precisamente en eso, humano; con sus miserias, debilidades, vilezas… pero también con una gran capacidad para amar.

Sobre David Jiménez El tito, habría que decir que esta es su primera novela publicada. Pero, como suele suceder con las obras de calidad, esta habla por él. De todas maneras, si queréis saber más sobre el autor, podéis seguirlo en @DJM_eltito.

En Twitter, estamos buscando al casting de Muertes
de sobremesa. De momento, triunfa Antonio Garrido
como Marcial Lisón. ¿Te nos unes con alguna
propuesta? ¿Lucho Fernández como Miralles?


En resumen, si os gustan las novelas negras, con investigaciones policiales, intriga y conflictos, con personajes cuya profundidad psicológica te atrapa incluso más que la propia historia o si sencillamente quieres disfrutar de una lectura entretenida que te atrape, Muertes de sobremesa es una candidata a tener muy en cuenta. Y puedes hacerte con ella por un precio casi simbólico en tan solo un clic y medio, tanto en Amazon (pinchando aquí) como en la Librería Argot (pinchando aquí). Además, estarás ayudando a animales como la galgo que inspiró la figura de Sola, puesto que un porcentaje del precio del libro está destinado a la protectora Puro Galgo (esta es su web).

¡Leed!

@rpm220981

rpm.devicio@gmail.com

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