La
cuarta temporada de Homeland ya está
calentando motores para su estreno el 5 de octubre en Showtime, con trailers, posters y declaraciones de sus responsables. ¿Pero cómo terminó la
tercera?
Quizás
sea el momento de comentar los Emmy —¡más de lo mismo, no, por favor!—, de
hablar de otros estrenos, de nuevas series que van llegando. Pero hay ofensas
que, antes o después, tienen que exteriorizar su impacto. Y, subjetivamente,
este es el caso.
Así que
detente aquí si no has visto todavía la tercera temporada, si ésta te pareció
sublime como a la audiencia estadounidense o si no gestionas del todo bien que
otros puedan opinar diferente.
Dicho
esto, gritaré ¡Spoiler!, y no estoy llamando a mi perro.
La
segunda temporada terminó cuando, tras haber explotado un coche bomba en la
sede la CIA en Langley, Brody huye fuera del país ayudado por Carrie. Ambos
creen, no sin razones, que él va a ser acusado de detonar el artefacto y causar
la muerte a casi trescientas personas. El golpe de efecto del vídeo que él grabó
en la primera temporada y que ya habíamos olvidado a esas alturas fue muy bueno
y compensó a unos primeros episodios algo más flojos.
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Imagen del vídeo que Brody grabó en el confesionario sin entrar en Gran Hermano |
Y ese
era el cierre, un último capítulo con un cliffhanger
que nos hacía esperar con ganas la tercera temporada.
Bien,
pues, al cabo de unos meses, llegó y, con sus primeros episodios, también lo
hizo el sopor más absoluto. De hecho, hubo quienes lo abandonaron,
decepcionados, al menos a este lado del charco.
Pero
muchos otros nos armamos de paciencia y, debido a los buenos momentos que
habíamos pasado con la primera y parte de la segunda, continuamos.
Una vez
más, el trabajo de Claire Danes, interpretando a una enferma bipolar, fue de
nota, aviso para aquellos que dieron cabezadas cuando el personaje de Damian
Lewis se dedica a recorrer el edificio a medio construir en Caracas —la torre
de David— durante minutos y minutos en pantalla sin aportar información
relevante para la trama… ni para, ya que estamos, nada en concreto.
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Grande Claire, as usual |
Pero,
¡eh!, de pronto parecía que había algo de esperanza. Todo era un montaje, que
Saúl Berenson no se estaba comportando como un cobarde traidor con su pupila
—¿o quizás sí?— y Carrie se había fingido enferma para llamar la atención de un
ministro iraní, Majid Javadi, al que sobre el capítulo tres lograban conectar
con la financiación de los atentados.
Aunque
todo esto se veía ya hacia la mitad de la temporada, más o menos nos habíamos
tragado seis capítulos del horror dedicados a pasar niveles del Candy Crush.
Sí, bueno, y a ver la interesantísima historia de loco amor adolescente digna
de telefilme de sobremesa en Antena 3. Esto es, Dana y el pirao.
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Chica, te vigila la CIA y tú haces vídeollamadas porno con tu novio... ¿Será por eso que en el doblaje español te llaman Dinah? |
El caso
es que la trama empieza a remontar, aunque Carrie sea más que nunca un peón de
Saúl, que no se arriesga ni por su propia vida personal. Tanto es así que Mira,
su mujer, invita a cenar a su casa a un tal Alain Bernard. Un amigo, le dice al
marido cuando llega de improviso, pero luego se ve que es su amante y queda
claro que se conocieron en Bombay e iniciaron una relación sentimental.
Aquí es
cuando, emocionados porque parece que hay algo de movimiento en el tema del
espionaje, quizás tardemos un poco en preguntarnos por qué una mujer que lleva
35 años casa con un agente de la CIA, ahora director de ésta en funciones, y
que ha viajado con él a diferentes países, según haya estado destinado, decide
meter en su casa a su amante y montarle una cena romántica en el comedor. ¿La
CIA no era una agencia de inteligencia?
Vale,
“detalle secundario”, aceptaremos barco como animal acuático. Básicamente, porque
parece que han conseguido captar, a base de chantaje, al malérrimo Majid Javadi. Pero, claro, cuando poco después se
descubre que el tal Alain Bernard es un agente del Mossad y está en contacto
con el congresista Lockhart, futuro director de la CIA y enemigo de los planes
de Berenson, ese “detalle secundario” pasa a formar parte de otro de los giros
cutres a los que parecen intentar acostumbrarnos los guionistas de Homeland.
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Saúl Berenson (Mandi Patinkin) le suelta una bronca espectacular a Farah (Nazanin Boniadi), una pobre analista económica |
Aunque
nos sigue quedando esperanza en Carrie Mathison, que resulta estar embarazada
AÚN… tras haber recibido un tratamiento brutal —la dejan hasta sin habla—
durante los primeros meses de embarazo en el hospital y en la clínica
psiquiátrica donde ha estado ingresada y donde NADIE le ha hecho un análisis y
se ha enterado de su estado. ¿Homeland
es una serie de Showtime o de Syfy? No lo tengo muy claro…
Los
capítulos avanzan y Carrie, incombustible, sigue adelante con la misión y la
gestación de su bebé. Necesita encontrar al culpable del atentado y se nos
confirma lo que todos ya sabíamos desde hace tiempo, lo hace porque está
enamorada de Brody. Encontrar al verdadero terrorista significará exculpar al
padre de su hijo, porque obviamente el niño es suyo. ¿Lo dudabais?
Llega,
por ese amor, a arriesgar su vida —¡no solo
ya la de su bebé!—, al tratar de impedir una operación de un equipo de la CIA y
es abatida por un disparo de Peter Quinn, que durante esta temporada está de
sujeta-velas. Iniciso: el personaje de Rupert Friend y el de Nazanin Boniadi (Farah) probablemente sean la esperanza de la cuarta temporada.
Mientras
tanto, Saúl Berenson decide rescatar a Brody, dejando claro que siempre supo
dónde se escondía. Lo lleva de vuelta a Estados Unidos y empieza a prepararlo
para una nueva operación: asesinar al general Danesh Akbari, líder del gobierno
iraní. Pero, tras la desintoxicación, necesita la ayuda de Carrie para convecer
a Brody y más tiempo, ya que el cargo de director va a pasar de forma inminente
al congresista Lockhart.
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Como no tenía tinte a mano, en su huida Brody se rapó el pelo para no ser reconocido y lo mantuvieron así durante su cautiverio en Caracas, aunque no lo duchaban |
Con
Carrie lo tiene fácil, la manipula para que ella piense que así Brody podrá
limpiar su imagen definitivamente. Y al congresista lo extorsiona temporalmente
con la amenaza de decirle al presidente que ha estado tratando con el servicio
de inteligencia israelí. Pero solo TEMPORALMENTE, lo que sorprende hasta a
Lockhart, por no decir al espectador un poco implicado en la historia. Porque…
¿no se supone que la política del congresista, que además va a implantar en la
agencia, es algo que va contra todo lo que ha hecho Saúl? ¿No es un tipo sin
escrúpulos que no tiene idea de lo que hace? ¿No es, a ojos de todos, el
anticristo? Quizás… pero el bueno de Saúl Berenson solo le pide un aplazamiento
de su toma de posesión de un mes.
Sí, de
nuevo, se te queda cara de ¿qué me estás contando?, al ver esa escena.
Y no es
el único sorprendido, también Brody se pregunta por qué Carrie, durante las
semanas de recuperación y entrenamiento, mantiene una distancia con él que roza
la frialdad. Pero nosotros, como buenos espectadores, no nos lo preguntamos…
hasta que sigue sin pasar nada cuando, unas horas antes de la misión casi
suicida, ambos hacen un viaje a solas para que él pueda ver a su hija. Y, de
nuevo, Dana y su “qué mal, cuánto sufro yo, pero a mi madre y a mi hermano que
les den”. ¿Serán las hormonas propias de la edad o es que ha salido a la madre?
Pero no
nos dispersemos, porque aún no ha llegado lo “mejor”. Brody sale de misión y le
promete a Carrie que volverá, y no solo por Dana, que no lo quiere ver ni en
pintura. ¿Será por Carrie, una declaración de amor? ¿O será porque DE PRONTO se
ha acordado de que tiene otro hijo, Chris?
Después,
hay un poco de acción el desierto, bla, bla, bla… y Brody logra entrar en Irán.
Pero le está costando entrevistarse con Danesh Akbari. Durante un minuto, hasta
nos hace dudar de si se ha pasado al otro bando, los estadounidenses y la CIA
ya están convencidos, pero Carrie —también en Teherán— cree en él y en su amor,
ninoninoniiiiii…
Por
eso, evita que los agentes del Mossad, de acuerdo con el servicio de
inteligencia estadounidense, lo elimine. Y Brody demuestra su lealtad
ejecutando a su objetivo.
Logra
escapar —y no gracias al apoyo de la CIA—, se encuentra con Carrie y huyen, a
la espera de ser extraídos por orden de Saúl, que daba su plan magistral por
perdido.
(Ojocuidao, todo esto en un episodio.)
Así
que, mientras esperan, ella le confiesa su embarazo, él vuelve a tener
esperanza… pero desde lados opuestos de la sala. No pedimos una escena digna de
la HBO, pero es que parece un pasaje de una novela de George Eliot.
A miles
de kilómetros, en Langley, Saúl apura sus últimas horas en el cargo autorizando
la extracción y negándose a las peticiones del cruel Javadi, ahora nuevo líder
del país (y fichaje de la CIA), de darle la ubicación de Brody.
Y él no
lo hace, pero el congresista Lockhart, sí. Venden al héroe. ¿O es solo un peón
más, como todos los hombres y mujeres que han perdido la vida para que ellos
lleguen hasta allí? Ahora entendemos el hartazgo de Peter Quinn…
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Peter se perfila como la figura masculina que toma el relevo de Brody, aunque con otro rol |
Con lo
cual, a Brody lo ejecutan en la horca y Carrie vuelve a casa sola.
Meses
después, la infiel Mira está en lo que se supone que es una zona muy favorecida
de Filipinas (la miseria que se padece en ese país es tremenda), desayunando
con el supuesto autor de la apertura hacia la paz entre Irán y Estados Unidos:
Saúl Berenson.
Mientras,
en Langley, Carrie compagina el embarazo con su trabajo para Lockhart, ahora
director de la CIA, quien vendió la vida de un hombre por cuyo amor ella estuvo
padeciendo “abusos y vejaciones”, recibió un disparo que le podía haber costado
la vida, arriesgó su carrera innumerables veces, mintió y, además, es el padre
de su hija… ¿En qué han convertido al personaje de Carrie?
Y es
ahí cuando los guionistas, quizás buscando una línea argumental que les
permitiera captar o mantener a la audiencia, quemaron el único cartucho que
deberían haber mantenido intacto: la integridad de Carrie Mathison.
¿Veréis
la cuarta?
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